Una Razón para el Gozo

Don Hosfeld|La idea de que Dios quiere que alguien se sienta miserable o triste no sólo es falsa, sino que es una mentira que se remonta al Jardín del Edén.

por Don Hosfeld

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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“Si Dios quisiera que yo fuera feliz, sería feliz. Pero Él quiere que yo sea miserable, triste, solitario y completamente inútil. ¡Así que eso es lo que soy! Mis plantas de interior tienen más propósito que yo. ¡Así lo quiere Dios, así es! Podrías imprimir una copia de cualquier cuento de hadas. Pero una existencia donde no hay nada malo, no hay problemas y todo es perfecto, todos se aman para siempre, como Peter Pan o Harry Potter: ¡solo es polvo de hadas, rayos de luna, arcoíris, piruletas y unicornios!

Nosotros Sólo estamos aquí para que los poderes fácticos tengan algo con que jugar. Seres sintientes sobre cuerdas. Para dejarlos a un lado cuando estén listos. Puedo continuar, pero ¿cuál sería el punto? No tenemos otra opción. Si la tuviéramos, el mundo sería un lugar mucho mejor. Marionetas atadas a una cuerda. Punto”.

Lo anterior es de un correo electrónico que recibí recientemente aquí en la Sociedad Bíblica Berea de alguien que respondía a nuestra devoción diaria Dos minutos con la Biblia. Lamentablemente, muchas personas están convencidas de que una vida sin alegría es su destino. Un estudio reciente informó que el 57% de las adolescentes se sentían persistentemente tristes o desesperanzadas. Parece que a medida que el mundo avanza en áreas como la ciencia y la tecnología, escuchamos con mayor frecuencia acerca de más y más personas que se describen a sí mismas como sintiéndose persistentemente deprimidas, totalmente desesperadas y llenas de frustración e ira.

Podríamos entender estas reacciones de parte de quienes rechazan la existencia de Dios y de Su Hijo, nuestro Salvador, Jesucristo. En el Libro de Eclesiastés, vemos a Salomón, como para advertir a sus lectores, cuestionar el significado de la vida y declarar la absoluta inutilidad de una existencia sin Dios.

Pero el sentimiento de que la vida está destinada a estar llena de tristeza y frustración no lo tienen sólo los incrédulos. Hay muchos creyentes que sufren por la idea de que Dios tiene poca o ninguna participación o interés en los asuntos de la humanidad, incluso cuando se trata de nuestra felicidad o gozo. Esta cuestión se extiende mucho más allá de las fronteras teológicas o las denominaciones. Este pastor, y estoy seguro de que no estoy solo, ha pasado muchas horas aconsejando a personas de doctrina similar sobre la pregunta: “¿Le importa a Dios que yo sea infeliz?”.

La idea de que Dios quiere que alguien se sienta miserable o triste no sólo es falsa, sino que es una mentira que se remonta al Jardín del Edén. Sin duda, cuando Satanás preguntó a Eva si Dios decía que no podían comer de todos los árboles, quiso introducir la idea de que la felicidad del hombre era algo que a Dios no le preocupaba. Esa “serpiente antigua” verdaderamente es la creadora del “divide y vencerás”.

Pocas cosas pueden estar tan lejos de la verdad como la idea de que Dios no participa activamente en producir gozo en la vida del creyente. En ese gran capítulo sobre la Resurrección de Cristo, 1 Corintios 15, Pablo reconoce que “si en esta vida sólo tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19 - RVR1960), pero inmediatamente dice esas dos gloriosas palabras en las que tantas doctrinas preciosas se basan: “Mas ahora”.

Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados (1 Corintios 15:20-22)

Un creyente, o cualquier persona, tendría motivos para ser “miserable” si no fuera cierto que Cristo murió y se levantó de nuevo. Pero debido a que Cristo ha resucitado, los creyentes no tienen necesidad de ser miserables, y me atrevo a decir, no deberíamos serlo. Esto no es para degradar o cuestionar la legitimidad del dolor y el sufrimiento, la depresión o las dificultades que implica vivir en un mundo maldito por el pecado donde el cáncer y otras enfermedades afectan no sólo a los mayores sino también a los jóvenes. Pero si realmente queremos estar bien, entonces debemos utilizar el remedio correcto. Si queremos tener gozo, entonces necesitamos entender cómo. Necesitamos saber de dónde viene el gozo.

No te conformes con menos

Sin embargo, esto no es puramente una cuestión de cómo estar gozoso, sino también de lo que es el gozo. El gozo es diferente de la felicidad. Las palabras felicidad y gozo no son intercambiables y no tienen el mismo significado. La palabra feliz (happy en inglés) está relacionada con las palabras suceder (happen) y casualidad (happenstance) y es lo que sientes cuando algo bueno llega a tu vida. En su búsqueda de la felicidad, muchos abandonarán las mismas cosas que son necesarias para el gozo. Muchos están tan distraídos tratando de ser felices que aún no han comprendido que es mucho mejor tener gozo.

“Un domingo, un predicador contó cómo, mientras estaba sentado en su jardín, había observado una oruga trepar por un palo pintado que servía de decoración. Después de llegar a la cima, la oruga se alzó, tanteando de un lado a otro en busca de una ramita jugosa de la que alimentarse o alguna forma de seguir progresando. Al no encontrar nada, regresó lentamente al suelo, se arrastró hasta llegar a otro palo pintado y volvió a hacer lo mismo. El predicador dijo: ‘Hay muchos palos pintados en el mundo, los del placer, la riqueza y la fama. Todos estos llaman al hombre y le dicen: Sube a mí para encontrar el deseo de tu corazón, cumplir el propósito de tu existencia, probar el fruto del éxito y encontrar satisfacción. Pero son sólo palos pintados.’”

No cometas el error de buscar la felicidad a costa de tener gozo. El gozo proviene de la palabra griega chara y no está relacionada con circunstancias cambiantes de salud o enfermedad, ya sea que ganes un gran salario o no tengas hogar, sea que estés en una relación o estés solo. El gozo reside en lo profundo del alma y no se ve afectado por los vientos de la lucha, la tribulación y la agitación. Es tener satisfacción y contentamiento consistentes y decididos. Chara siempre se relaciona con ese gozo que se basa en las realidades divinas.

El gozo es lo que permitió a Pablo y Silas cantar alabanzas a Dios después de “haberles azotado muchos” y ser arrojados a la cárcel (cf. Hechos 16:23,25). Es lo que permitió a los mártires cristianos de la Roma de los siglos I y IV afrontar situaciones casi inimaginables mientras también cantaban, y cuyo testimonio todavía habla hoy.

En las catacumbas de la Vía Apia, cerca de Roma, se encuentran las inscripciones dejadas por cristianos que enterraron a compañeros cristianos asesinados por su fe y que, si los atrapaban, probablemente también serían torturados y asesinados. Sorprendentemente, la mayoría de estas inscripciones mencionan “In Pace”, que significa “En paz”. Básicamente decían: “En paz porque sé adónde iré después de mi muerte”. Un testimonio rotundo de la verdad de Nehemías 8:10: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”.

La fuente del gozo

El gozo no depende de nuestras circunstancias, sino que se eleva por encima de ellas; surge de nuestra fe inquebrantable en la bondad y fidelidad de Dios. Nos permite regocijarnos incluso ante la adversidad porque entendemos que el plan perfecto de Dios finalmente prevalecerá.

El gozo no es un producto de nuestras vidas, sino que es producido en nuestras vidas por Aquel que nos da la vida. No proviene de lo que tenemos sino de quién somos. El gozo es un “fruto del Espíritu” (cf. Gálatas 5:22) y, por lo tanto, es algo que se logra en nosotros y a través de nosotros, pero nunca debemos pensar que lo logramos nosotros.

¿Qué es el fruto sino aquello que se produce por la energía inherente de un organismo vivo? Como fruto del Espíritu, sugiere que aquellos con el Espíritu, tienen dentro de ellos el poder y los medios para expresar y tener gozo.

“Cierto rey ordenó a su jardinero que plantara seis árboles y colocara estatuas debajo de ellos, representando prosperidad, belleza, victoria, fuerza, deber y gozo. Estos árboles debían mostrar al mundo que el rey había tratado de hacer fructífero su reino. También debían tipificar las estatuas debajo de ellos. El jardinero plantó seis palmeras. Cuando el rey salió a inspeccionar la obra y miró la estatua del gozo, dijo: ‘Ciertamente pensé que representarías el gozo con algún árbol en flor como el tulipán o la magnolia. ¿Cómo puede la majestuosa palma simbolizar la alegría?’

‘Esos árboles en flor’, dijo el jardinero, ‘obtienen su alimento de fuentes abiertas. Viven en agradables bosques o huertos con multitud de otros árboles similares. Pero encontré esta palmera en un páramo arenoso. Sus raíces habían encontrado algún manantial escondido arrastrándose muy por debajo de la superficie ardiente. Entonces, pensé, el gozo supremo tiene un fundamento invisible para los hombres y una fuente que no pueden comprender.’ ¿Te das cuenta de que si la luz de Jesucristo está dentro de tu corazón, puede ser el único lugar en el que se encuentra el gozo y, sin embargo, es suficiente? No necesitas la compañía de otros para experimentar el gozo que trae la luz de Cristo. Una palmera no necesita la compañía de otros árboles para florecer y dar fruto”.

El fruto del Espíritu son esas disposiciones y hábitos de gracia que el Espíritu produce en aquellos en quienes Él habita: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Se enumeran nueve, pero no se les llama “frutos” del Espíritu sino el fruto, singular. Nueve partes de un fruto expresado no por aquellos que las buscan sino por aquellos que caminan en el Espíritu.

¿Qué pasa si no llevo fruto?

¿Qué si no reconoces el gozo en tu vida? ¿Qué pasa si no eres paciente, benigno o manso? ¿Significa que has perdido el Espíritu o que nunca fuiste verdaderamente salvo? Los atributos enumerados son de hecho una prueba; sin embargo, no son, como algunos afirman, una prueba de la salvación de una persona, sino de su caminar.

No te apresures a juzgar o asumir que no hay vida en ti o en otro porque no hay fruto. En lo que se refiere al Cuerpo de Cristo, el fruto no revela la posición de una persona ante Dios. No es el gozo ni ningún otro atributo la prueba de la salvación, sino la fe. Las Escrituras no dicen que somos justificados por el fruto, sino por la fe (Gálatas 3:24).

El poder de la salvación no descansa en el fruto sino en “el evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). No dice a todo aquel que cree y lleva fruto.

Cuando mi esposa y yo nos mudamos a Wisconsin, era finales de enero, y casi todos los árboles del jardín de nuestro nuevo hogar parecían muertos. No había hojas; el nogal no tenía fruto. Si tuviera que juzgar la situación basándome en lo que vi en ese momento, habría malinterpretado por completo la realidad. Incluso en ese momento, ya sea que alguien pudiera verlo o no, la vida existía dentro de esos árboles, lista para estallar cuando se encontraran en el ambiente adecuado.

Al igual que los árboles en invierno, los cristianos siempre tienen vida dentro de ellos; incluso cuando no se llevan fruto, si los pones en el ambiente correcto, lo que sale es producto de esa vida que hay dentro.

¿Qué puede inhibir el fruto del Espíritu? Cuando era más joven, el término “aguafiestas” se descargaba hacia los adultos que se interponían en el camino de las libertades que deseábamos expresar. En la vida cristiana hay muchos aguafiestas. Muchas cosas matarán el gozo y te robarán el fruto que el Espíritu desea demostrar en ti y a través de ti.

El pecado en nuestras vidas puede apagar el Espíritu y es la forma más rápida de matar el gozo. Una conciencia culpable tiene el poder de robarle el gozo a una persona, y una conciencia tranquila es un ambiente para el regocijo. Considere las palabras de Pablo en 2 Corintios 1:12: “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo.”

No es de extrañar entonces que Pablo, cuando enseña a los gálatas sobre el fruto del Espíritu, primero advierta:

_Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:13-16)_

Caminar en el Espíritu es algo que se nos dice que hagamos, no es algo que Dios nos impone, y ciertamente no es el medio para determinar la salvación de alguien.

Una razón para el gozo

y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza, por el poder del Espíritu Santo (Romanos 15:13)

No todo cristiano tiene gozo, pero todo cristiano tiene los medios y la razón para tenerlo. Las nueve cualidades del fruto del Espíritu son el producto natural de las influencias del Espíritu sobre la mente del hombre. Renovar nuestra mente es lo que se nos dice que debe suceder si queremos “probar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Pero, ¿en qué deben centrarse nuestras mentes? ¡Cristo! “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

Nuestras razones para el gozo no se encuentran en lo que tenemos o si somos apreciados por los demás sino en lo que Cristo ha hecho por nosotros. Experimentamos verdadero gozo cuando permitimos que Jesús ocupe el lugar que le corresponde en nuestros corazones y mentes.

Si miras el mundo, estarás angustiado.

Si miras hacia adentro, estarás deprimido.

Si miras a Dios, estarás en reposo

Corrie Ten Boom

Si queremos tener el gozo que Dios desea producir para nosotros y en nosotros, entonces debemos dejar de lado el amor por este mundo y regocijarnos en saber que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Pero su muerte fue simplemente el fin del principio, la tumba está vacía, Cristo ha resucitado, y porque Cristo vive, podemos enfrentar el mañana.

Dios ya venció y declaró la victoria para sí mismo y para todos aquellos que están en Cristo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?… Mas gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:55,57).

Porque la predicación de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos (1 Corintios 1:18,19)

Por eso Pablo pudo decir con valentía de los santos: “el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:8,9).

A medida que la felicidad se disipa en un mundo destinado a ser juzgado por su Creador, podemos tener gozo porque “por fe andamos, no por vista” (2 Corintions 5:7), y aunque “estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte del Señor Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:8-10).

Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre (Salmos 5:11)

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Romanos 5:1,2)


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