Avanzando La Causa De Cristo A Través De La Predicación Bíblica

Kevin Sadler|Había una vez un predicador que estaba en una cena y le pidieron que se levantara y diera un breve discurso de 10 minutos.

por Kevin Sadler

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible, al cual puede suscribirse siguiendo en enlace anterior. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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“Había una vez un predicador que estaba en una cena y le pidieron que se levantara y diera un breve discurso de 10 minutos. Bueno, todos sabemos los peligros que implica pedirle a un predicador que dé un discurso breve. De cualquier modo, después de 20 minutos, el predicador seguía hablando. Después de 35 minutos, el maestro de ceremonias dio un pequeño golpe en la mesa con su mazo. El predicador simplemente lo ignoró y siguió hablando. Después de 40 minutos, el maestro de ceremonias dio un golpe un poco más fuerte con su mazo. Aun así, el predicador siguió hablando. Después de una hora, y sin final a la vista, el maestro de ceremonias golpeó su mazo con todas sus fuerzas. Pero aun así, el predicador continuó. Finalmente… el maestro de ceremonias le arrojó el mazo al predicador. El mazo pasó por encima de la cabeza del predicador y alcanzó a un anciano que estaba sentado a su mesa, profundamente dormido. El anciano se despertó sobresaltado y gritó: ‘¡Pégame otra vez! ¡Todavía puedo oírlo!’” 1

Tenemos un mensaje que exige ser predicado y proclamado, y que nos mantiene predicando hasta que regresemos a casa para estar con el Señor. 1 Corintios 15:14 (RV1960) dice: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. La predicación sería una pérdida de tiempo y no tendría sentido si Cristo no resucitó. Pero como Cristo vive, la predicación no carece de sentido. Nuestra fe tiene significado. Tenemos verdadera esperanza y tenemos un mensaje de buenas noticias que dar a conocer.

El viejo refrán sobre la predicación es “Predica no porque tengas que decir algo, sino porque tienes algo que decir”. 2 Tenemos algo que decir porque Cristo vive. Y Dios, por la obra del Espíritu Santo, usa la predicación de Su Palabra para guiar a los pecadores a Cristo bajo la gracia y establecer a los creyentes en su fe.

Predicar el Evangelio

Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. (1 Corintios 1:17)

Como dispensacionalistas de mediados de Hechos, a menudo defendemos el único bautismo espiritual bajo la gracia (Efesios 4:5), y por lo tanto tendemos a centrarnos en la enseñanza negativa de versículo 17, que “no me envió [a Pablo] Cristo a bautizar”. Sin embargo, el aspecto positivo de aquello para lo que Pablo fue apartado por Cristo es igualmente importante. El apóstol Pablo fue enviado por Cristo “a predicar el evangelio”. Más adelante en esta carta, Pablo reiteró este llamado, cuando escribió: “… porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).

Para avanzar la causa de Cristo en este mundo, como Pablo, nosotros, el Cuerpo de Cristo, somos llamados a predicar el evangelio. Predicar el evangelio no significa que sea necesario tener un púlpito para hacerlo. En el griego original, las palabras “predicar el evangelio” simplemente significan traer buenas nuevas, anunciar buenas nuevas. Predicamos el evangelio en todas y cada una de las formas en que evangelizamos y damos a conocer a Cristo y su obra consumada a los demás.

Al igual que el apóstol, debemos predicar el evangelio “no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”. Con esto aprendemos que es posible predicar el evangelio de una manera vana, que no tenga ningún efecto. Depender de la “sabiduría de palabras” puede hacer que los hombres confíen en los hombres y aparten los ojos de Cristo. Pero Pablo no quería que nada desviara la atención del Salvador y de la verdad del evangelio.

Así, Pablo predicó el evangelio sin intentar impresionar a otros con su elocuencia; en cambio, simplemente indicó a otros que confiaran en Cristo y solo en Cristo. No es necesario tener títulos, formación, tácticas inteligentes o elocuencia para predicar el evangelio. El poder está en la verdad del evangelio (Romanos 1:16), y estamos llamados a dar a conocer ese mensaje con fidelidad, humildad y claridad confiando en el Espíritu.

“Cierta iglesia tenía un hermoso vitral justo detrás del púlpito. Representaba a Jesucristo en la cruz. Un domingo había un ministro invitado que era mucho más pequeño que el pastor regular. Una niña escuchó al invitado por un momento, luego se volvió hacia su madre y le preguntó: ‘¿Dónde está el hombre que normalmente se queda ahí para que no podamos ver a Jesús?’” 3 En la predicación, Cristo puede quedar oscurecido por la presentación o el contenido del mensaje. Sin embargo, estamos llamados a predicar el evangelio para que todos puedan ver claramente a Cristo y lo que Él ha hecho por nosotros por Su gracia.

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder (1 Corintios 2:1-4)

En la misma línea de 1 Corintios 1:17, Pablo declaró aquí que vino a los corintios “no con excelencia de palabra o de sabiduría”. Pablo no se basó en elevadas palabras de elocuencia o filosofía humana para convencer a sus oyentes. Pablo no vino a los corintios como orador; vino como testigo, declarándoles el testimonio de Dios.

El punto focal de ese testimonio fue la persona y obra de Cristo: “Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2). Como escribió Pablo en su segunda carta a los Corintios: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Corintios 4:5). La predicación debe centrarse en Cristo, en quién es Él y en lo que ha hecho. Y cuando predicamos la Palabra, “predicamos… a Jesucristo como Señor”, porque el Espíritu Santo ha escrito un Libro que trata enteramente de Él.

Pablo no vino a los Corintios lleno de confianza y seguridad en sí mismo. En cambio, como escribió: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor” (1 Corintios 2:3). Pablo llegó a Corinto después de haber sido golpeado y encarcelado en Filipos (Hechos 16:16-24), expulsado de Tesalónica y Berea por la persecución (17:1-15) y burlado en Atenas (17:16-21,32). Para animar a Pablo a su llegada a Corinto, el Señor le habló en una visión y le dijo: “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hechos 18:9-10).

Y así, a pesar de su debilidad en la carne, Pablo fue muy poderoso, porque, como resultado, su predicación estaba en el poder del Espíritu. La debilidad, el miedo y el temblor de Pablo le impidieron depender y confiar en sí mismo, y permitió que la fuerza de Dios fluyera a través de él. Por lo tanto, el discurso y la predicación de Pablo fueron “con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:4). Pablo dependía del poder del Espíritu Santo. No fue su experiencia, talento o habilidad lo que dio poder a su predicación; fue la obra del Espíritu a través de la fe y la fidelidad de Pablo.

Pablo sabía que los predicadores están llamados a proclamar la verdad revelada en la Palabra de Dios (2 Timoteo 4:1-2), sabiendo y confiando en que el Espíritu Santo obra a través de Su Palabra. Como resultado de proclamar fielmente la Palabra, a nivel espiritual, la predicación de Pablo tuvo poder. Y el Espíritu Santo usó poderosamente la predicación de Pablo para alcanzar a las personas para Cristo y transformar sus vidas y corazones. Pablo no enfatizó ni puso su confianza en el método de su predicación, sino que su confianza estaba en el mensaje de la cruz.

La predicación de la Cruz

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios (1 Corintios 1:18)

El mensaje que Pablo dio a conocer fue “la predicación de la cruz”. El evangelio de hoy es la predicación de la cruz. La palabra “predicación” en este versículo es la palabra griega “logos”, que significa palabra, enseñanza o lo que se declara. La predicación de la cruz significa todo lo que está involucrado en la cruz, la enseñanza total y recopilada, su mensaje y verdad.

Al apóstol Pablo le fue encomendada la predicación de la cruz, porque a través de la revelación del misterio aprendemos de los logros y beneficios plenos de la Cruz. El mensaje de la cruz nos dice que Dios Padre “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). La predicación de la cruz nos enseña que Cristo ha hecho todo lo necesario para salvarnos, que somos salvos solo por la fe y tenemos el perdón de todos nuestros pecados, y que somos redimidos y tenemos la vida eterna como un regalo gratuito.

Sin embargo, este mensaje de la Cruz “es locura a los que se pierden”. “Los que se pierden” son aquellos que están sin Dios y sin Su vida. La Palabra enseña que el pecado resulta en muerte (Romanos 6:23). Fuera de Cristo, el incrédulo está “muerto en delitos y pecados” (Efesios 2:1). Por lo tanto, cuando una persona todavía está en sus pecados, está pereciendo y perecerá. Se dirigen a la muerte segunda del juicio eterno en el lago de fuego.

“Los que se pierden” son aquellos por quienes el corazón de Dios está quebrantado, porque Él desea que todos sean salvos (1 Timoteo 2:4). Se refiere a todos los que no han creído en el evangelio de la gracia y en el mensaje vivificante de la cruz. Y nosotros, la iglesia, tenemos este tesoro (2 Corintios 4:7) que necesita ser predicado fielmente para que los que perecen sean rescatados de la ira venidera (Colosenses 3:5-6).

Pablo señala aquí que, para muchos que no han creído, el mensaje de la cruz es “locura”. El término “locura”, en el griego original, es moria, de donde se deriva nuestra palabra “imbécil”. La Cruz es una tontería estúpida, absurda y tonta para aquellos que no creen.

La razón por la que es una tontería para ellos es que han exaltado sus propios pensamientos y sabiduría por encima de la sabiduría y provisión revelada de Dios. La predicación de la Cruz parece demasiado descabellada para muchos en este mundo, y no pueden entender que la muerte de un Hombre, en una colina, en un trozo de madera, en un momento de la historia, es el factor determinante del destino eterno de cada persona. Les parece una tontería creer que una virgen dio a luz a un Niño que es plenamente Dios y plenamente hombre, y que vivió una vida perfecta y sin pecado, llevó nuestros pecados en la Cruz, murió y resucitó al tercer día.

El mensaje de la Cruz tampoco encaja con lo que la mayoría piensa acerca de cómo debe determinarse si uno va al cielo. A la humanidad no le gusta pensar que son pecadores impíos que necesitan un Salvador, y que sus pecados exigieron el derramamiento de sangre y la muerte del Hijo de Dios para pagar su castigo. Para ellos no tiene sentido que un Salvador sufra y muera por ellos. La Cruz no deja lugar para el mérito del hombre, los logros del hombre, la sabiduría del hombre, la justicia percibida del hombre, o el ego u orgullo del hombre. Por lo tanto, la cruz se considera necedad.

Como Pablo continuó en este versículo, escribió: “pero para… nosotros”. El “pero” muestra un contraste, una división. El mensaje de la cruz crea una división dentro de la humanidad. El mundo entero puede clasificarse en uno de dos grupos: “los que se pierden” y “los que se salvan”. Así es como Dios ve el mundo. No ve religiones, sistemas de creencias o denominaciones mundiales. Él ve a los que han confiado en Su evangelio de gracia y son salvos, y a los que no lo han hecho y están pereciendo, en peligro de juicio eterno. Eres uno o eres el otro; no hay término medio, ni neutralidad. La cruz divide a la humanidad, a los salvos de los perdidos. La línea divisoria es la cruz.

Encontramos dos respuestas a la predicación de la cruz en 1 Corintios 1:18: o se rechaza como necedad o se recibe como poder de Dios para salvación. El mensaje de la cruz, para nosotros que creemos y nos regocijamos en ella, no es una tontería; es sabiduría profunda y el poder mismo de Dios. Se trata de Dios, con poder y gracia, brindando salvación de nuestros pecados y dándonos Su vida y justicia en el momento en que creemos.

La locura de la predicación

Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? (1 Corintios 1:19-20)

En estos versículos, Pablo proclamó que la sabiduría de Dios es muy superior a la del hombre. En el versículo 19, Pablo citó Isaías 29:14 para certificar que la sabiduría del hombre será destruida, barrida y reducida a nada. Es temporal y será olvidada. En contraste, la sabiduría de Dios es permanente y nunca será destruida. Es sabiduría eterna y perfecta. Entonces, el punto es, ¿en quién debemos confiar?

Jeremías 8:9 dice: “Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra de Jehová; ¿y qué sabiduría tienen?” Cuando rechazas la sabiduría de la Palabra, rechazas la sabiduría verdadera y eterna. Confiar en las opiniones falibles y siempre cambiantes de la sabiduría humana es una tontería.

Cuando predicamos la Palabra de Dios, estamos proclamando la verdadera sabiduría, la sabiduría que cambia los corazones y las vidas a través de Cristo. Avanzamos la causa de Cristo predicando fielmente la sabiduría de Dios revelada en Su Palabra.

A la luz de que un día Dios destruirá y barrerá la sabiduría humana, Pablo lanza un reto desafiante: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?” ¿Dios los consultó cuando creó todas las cosas de la nada? ¿Pueden enseñarle algo a Dios? ¿Podrían haber ideado alguna vez un plan de redención tan perfecto? ¿Podrán alguna vez levantarse para refutar o desafiar la eterna y perfecta sabiduría de Dios? La respuesta es enfáticamente obvia: ¡No!

¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo? Estas preguntas surgen a la luz de que Dios destruye la sabiduría de los sabios y anula el entendimiento de los prudentes. A la luz de lo que un día sucederá, estas preguntas significan: ¿Adónde fueron? Estaban aquí hace un segundo, ¿no? ¿Qué les pasó? Este versículo vuelve a enfatizar la naturaleza impermanente de la sabiduría del hombre.

La sabiduría de Dios se revela a través de Su Palabra, a través de Su Hijo y a través de la Cruz. Y con estas cosas Dios ha enloquecido la sabiduría de este mundo.

Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. (1 Corintios 1:21)

Pablo escribió que el mundo con toda su supuesta sabiduría nunca conoció a Dios. Nunca alcanzó la meta final de conocer a Dios. Y el hombre, por su propia sabiduría, en realidad no puede llegar al conocimiento de Dios. Más bien, por la sabiduría del hombre, el hombre se volvió a ídolos tallados en oro, plata o piedra (Hechos 17:29). Esto nos recuerda la gran necesidad de predicar fielmente y sin pedir disculpas la Palabra de Dios.

Me encanta la segunda mitad de 1 Corintios 1:21: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. “La locura de la predicación” significa la necedad del mensaje predicado. Pablo no se refiere al acto de la predicación, sino al contenido de la predicación, 4 es decir, la predicación de la Cruz.

Dios se complace en salvar a todo aquel que cree a pesar de, como lo ve el mundo, la “locura” del mensaje de la Cruz. Dios ha provisto y logrado nuestra salvación de una manera que nadie hubiera esperado: mediante la muerte en una cruz y la resurrección de Su Hijo. Aunque la Cruz es contraria y ofende la vanidad de la sabiduría y la vanidad humanas, cuando se predica el sencillo mensaje del evangelio y el mundo se burla y lo llama necedad, Dios salva a los que lo creen.

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