por el pastor Don Hosfeld
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
ver original
“Cuando el escarnecedor es castigado, el simple se hace sabio” Proverbios 21:11.
La historia importa
Crecí siendo el hijo menor y, aunque me metí en una buena cantidad de problemas, estoy seguro de que evité algún castigo en el camino simplemente aprendiendo de los errores de mi hermana mayor. Los mejores errores de los cuales aprender lecciones, son los cometidos por otros. ¿Por qué repetir los errores que otros ya han cometido y aprender por las malas? Esto es cierto, desde los problemas más pequeños hasta los de profunda importancia.
Imagínese al lanzador de un equipo de béisbol que se niega a mirar cómo otros lanzadores tienen éxito o fracasan contra los mismos bateadores. ¡Personalmente, pensaría que eso es una tontería a menos que ese lanzador estuviera enfrentando a mi equipo!
¿Alguna vez has considerado cómo Estados Unidos se convirtió en una república constitucional? Es cierto que esta es una pregunta capciosa. No fue porque ganamos la guerra revolucionaria contra Inglaterra; eso podría haber dado lugar a varios tipos de gobierno. Estados Unidos se convirtió en una república constitucional porque los padres fundadores eran estudiantes de historia y conocían muy bien los desastres históricos de la democracia y otras formas de gobierno. Los padres fundadores examinaron todos los tipos de gobierno y establecieron, no un sistema perfecto, sino el sistema que mejor nos daba la oportunidad de evitar el fracaso y alcanzar el éxito.
“Los hombres aprenden a menudo con el ejemplo lo que no aprenderían por precepto…”
Pero si estos ejemplos demuestran cuán práctico es este principio de estudiar lo que produce el éxito y el fracaso cuando se trata de “las cosas del hombre”, ¿cuánto más cierto cuando se trata de “las cosas de Dios” (1 Cor. 2: 11)?
Podría decirse que el mejor lugar para que los creyentes indaguen en los errores cometidos por otros es la historia de la nación de Israel. Esto no quiere decir que hayan cometido errores que nosotros no cometeríamos. Más bien, tenemos el extraordinario privilegio de poder mirar hacia atrás y aprender de sus acciones para no repetir sus errores. El estudio de la historia es para nosotros una oportunidad de aprender, no una ocasión para criticar.
“La historia no es una carga para la memoria sino una iluminación del alma”. – Señor Acton
Romanos 15:4 nos dice: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron…”. Esto también se expresa en 1 Corintios 10:11 cuando Pablo, hablando de los que salieron de Egipto y se opusieron a Dios en el desierto, dijo: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros…”
Un complot para matar a Pablo
“Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.” Hechos 23:12-15.
Ha habido muchos casos tontos de judíos que mataron o intentaron matar a aquellos a quienes Dios envió, pero este podría llevarse la palma. El hecho es que la vida de Pablo había estado amenazada y en peligro durante todo su ministerio. Al regresar a Damasco después de encontrarse con el Señor resucitado, “los judíos resolvieron en consejo matarle” (Hechos 9:23). Una vez que llegó a Jerusalén, allí también “procuraban matarle” (v. 29). Fue perseguido y expulsado de Antioquía en Pisidia (Hechos 13:50), amenazado con ser apedreado en Iconio (Hechos 14:5), fue apedreado en Listra (Hechos 14:19), y en Grecia, los judíos le pusieron “asechanzas” (Hechos 20:3). No creo que tuvieran buenas intenciones. En Hechos 21, cuando procuraron “ellos [los judíos (v. 27)] matarle” (v. 31), los romanos tuvieron que arrestarlo para su propia protección. Se nos dice que cuando el pueblo vio venir a los guardias romanos, “dejaron de golpear a Pablo” (v. 32).
Una de las grandes evidencias de la veracidad del mensaje y ministerio de Pablo fue su disposición a renunciar al honor, el poder, la autoridad y ciertamente la riqueza por una vida de amenazas, palizas, apedreamientos, lo que eventualmente conduciría a su muerte. Pablo resume bien sus sufrimientos por el mensaje de la gracia en 2 Corintios 11:23-33. Solo haberse encontrado con Jesús resucitado podría explicar radical cambio de Pablo.
Sin embargo, los más de cuarenta hombres de Hechos 23 no sólo buscaban matar a Pablo. Tomaron la decisión sumamente tonta de juramentarse “bajo maldición” (v. 12) a no comer ni beber hasta matar a Pablo. Este puede ser el plan de dieta más exitoso jamás concebido; no comas ni bebas hasta que hayas matado a alguien a quien Dios está protegiendo.
Estos cuarenta hombres enojados probablemente eran de la secta de los saduceos, ya que Pablo había convencido a los fariseos de que lo dejaran ir (vv. 6-9). Quizás no creyeron que Pablo era un verdadero representante de Dios, pero seguramente sabrían que lo que estaban haciendo estaba mal. Tenga en cuenta que los cuarenta se juramentaron bajo esta maldición sin antes de hablar con los principales sacerdotes (v. 14). No acudieron a los sacerdotes en busca de permiso o incluso orientación sobre si se podía matar a Pablo o no; fueron con un plan para cometer el asesinato. El hecho de que hicieran su juramento antes de acudir a los sacerdotes podría hacer que uno se pregunte si esto habla de su confianza en que los sacerdotes participarían del complot, o de su desprecio por lo que decían los sacerdotes y la Ley. Probablemente ambas cosas.
Estos hombres eran hipócritas; porque intentaron matar a Pablo porque pensaban que era culpable de violar la Ley (v. 29), pero estaban listos para asesinarlo detrás de bambalinas, sin juicio y sin un veredicto de culpabilidad, lo cual es totalmente contrario a la Ley. La de ellos no fue la única hipocresía que Pablo enfrentó. Al sumo sacerdote Ananías, Pablo le dijo: “¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?” (v. 3).
Los creyentes de hoy deben protegerse y rechazar la hipocresía tanto del no creyente como del creyente. En primera a Timoteo, Pablo advierte que algunos “apostatarán de la fe ... por la hipocresía de mentirosos que ... [tienen] ... cauterizada la conciencia” (1Ti 4:1-5). La iglesia debe ser “columna y baluarte de la verdad.” (1Ti 3:15). No deberíamos aceptar la sabiduría del mundo de que el fin justifica los medios.
Cosas secretas reveladas
“Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.” Hechos 23:16.
¡Qué giro de los acontecimientos en la vida de Pablo! Cuando su sobrino le contó lo que había oído, debe haber recordado que una vez había acudido al sumo sacerdote con un plan para arrestar a los santos del reino. Y así como los planes de Pablo fueron interrumpidos, también este plan sería interrumpido.
“Jehová hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra las maquinaciones de los pueblos.” Sal. 33:10.
El día antes de que se ejecutara este plan, Pablo estaba siendo juzgado ante el concilio (v. 1); los fariseos querían soltar a Pablo, mientras que los saduceos tenían otras ideas (vv. 6-9). Al ver la conmoción, el capitán en jefe ordenó a los soldados que bajaran y llevaran a Pablo a la seguridad del castillo (la fortaleza Antonia) (v. 10). Esa noche, el Señor se apareció a Pablo. Qué imagen tan notable presentan estas palabras. Cristo no simplemente envía un mensaje diciendo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.” (v. 11). Cristo mismo vino para consolar y animar a Pablo. Con esta declaración de que Pablo iría a Roma, ¿es de extrañar, entonces, que el sobrino de Pablo se enterara de los planes para matarlo?
“...ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra” Eclesiastés 10:20.
Este no fue un golpe de suerte. Es posible que Pablo no supiera que esa misma noche más de cuarenta hombres estaban conspirando para matarlo; (agregué eso a la lista de preguntas que quiero hacerle a Pablo algún día: ¿le habló Cristo esa noche de los planes de estos cuarenta ayunadores?), pero el Señor sabía: “Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová” (Proverbios 5:21). El Señor se apareció a Pablo para fortalecerlo. La frase “Ten ánimo” fue utilizada frecuentemente por Cristo durante Su ministerio terrenal (cf. Mateo 9:2; 14:27; Juan 16:33). Si el Señor se propuso que Pablo fuera a Roma, a Roma iría. Ningún plan del hombre podría evitar que esto sucediera.
“Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado” Isaías 14:24.
Bueno y agradable ante los ojos de Dios nuestro Salvador
“Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? El le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.” Hechos 23:17-22.
Cuando Pablo recibe noticias de su sobrino acerca del plan, llama a un centurión y le dice que lo lleve ante el capitán en jefe para que le informe del plan. No debemos dejar que se nos escape que Pablo pudo conseguir que este centurión hiciera lo que pidió. Un centurión no es un guardia ordinario sino un hombre con autoridad de mando. Es difícil imaginar que algún centurión estuviera dispuesto a ayudar a Pablo, si este hubiera sido un prisionero problemático. Es posible ejercer los derechos civiles sin se rebeldes o irrespetuosos. La disposición de Pablo a someterse a la autoridad es una demostración de una preocupación mayor que por él mismo: el deseo de Dios de que “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4), razón por la cual Pablo dijo en los versículos anteriores “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia” (vv. 1-2).
¿Con qué frecuencia los cristianos dejamos de seguir a Pablo hasta este punto, especialmente aquellos de nosotros que reconocemos a Pablo como nuestro apóstol y nuestro ejemplo en cuanto a seguir a Cristo (cf. 1 Cor. 11:1)? ¿Estamos más dispuestos a que nos hagan daño que a hacer el mal?
Una triste situación
“Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador.” Hechos 23:23-24.
Cuando el jefe de los capitanes se enteró de este plan, podría haber permitido que Pablo fuera víctima de la conspiración, pero decidió garantizar su seguridad. Este es el mismo hombre que ordenó que Pablo fuera “examinado con azotes” y “tuvo temor” al saber que Pablo era ciudadano romano (cf. Hechos 22:24-29).
Aquí reside otra lección para el creyente en estos acontecimientos; porque es con los gentiles no creyentes donde Pablo encontró seguridad de la opresión. ¡Cuán bajo había caído Israel! A Israel, Dios le dijo:
“Defended al débil y al huérfano; Haced justicia al afligido y al menesteroso.” Sal. 82:3.
La nación a la que se le habían dado todas las “ventajas” porque “les ha sido confiada la palabra de Dios” (Rom. 3:1-2) no fue la que garantizó un juicio justo, sino que fueron ellos los que buscaron pervertir la justicia. Pablo tendría mayor protección contra el mal de parte del ejército romano y de Félix, que de Ananías, el sumo sacerdote.
“¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder!” Miqueas 2:1.
¿Somos nosotros, el Cuerpo de Cristo, el mejor ejemplo de verdad y justicia del mundo, o la gente lo encuentra más abundantemente en los incrédulos? ¿Hemos aprendido de los errores de Israel o estamos, como ellos, dispuestos a dejar de lado la verdad para favorecer lo que nos beneficia o es conveniente?
Oponiéndose a Dios
Puede que estos cuarenta hombres enojados no se dieran cuenta, pero no se oponían a Pablo; se oponían a Dios. La ignorancia no sería una excusa para ellos. Ciertamente, su culpa era tan grande como la de Ananías, a quien Pablo dijo que Dios heriría por sus actos de hipocresía e injusticia (Hechos 23:3). No se nos dice qué les pasó a estos hombres, pero podemos estar seguros de que, como toda oposición a Dios, el fracaso fue su destino.
Incluso nosotros, los creyentes, nunca debemos asumir que no estamos en oposición a Dios. Es fácil dejarse engañar y servirnos a nosotros mismos mientras pensamos que estamos sirviendo a Dios. Luchar contra Dios no es sólo como lo que vemos en nuestro ejemplo, o en el Libro del Apocalipsis, donde el hombre forma un ejército para enfrentarse a Dios. A menudo, luchamos contra Dios de maneras mucho más sutiles. Muchas de las cosas que se interponen en el camino de Dios son nuestras decisiones cotidianas; sí, creyentes, nuestras decisiones cotidianas.
No es fácil aceptar la idea de que podríamos estar oponiéndonos a Dios, pero este es el tipo de advertencia que Pablo les da a los corintios. A esos creyentes, les habla de la necesidad de derribar “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:5).
Es en el versículo 4 que Pablo menciona el derribar fortalezas. Las ciudades grandes, como Corinto, tenían, si era posible, una fortaleza en lo alto de una colina, y Corinto la tenía. Estos son lugares para esconderse cuando se está siendo atacado (siendo confrontado). Pablo estaba usando imágenes que eran fáciles de ver para la gente. Podían ver la fortaleza y saber cómo se usaba, y Pablo usó estas imágenes para describir los argumentos, pensamientos y planes que él, a través de la Palabra de Dios, estaba derribando.
Hoy en día, las fortalezas en las que la gente se esconde y Jesucristo está derribando son las fortalezas de filosofías, pensamientos, razonamientos, ideas y religiones falsas: todas las fortalezas ideológicas que la gente usa para atrincherarse contra Dios.
¿Cómo derribar estas cosas que se oponen a Dios? Como dice el versículo 5, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
Pablo no intentó ganar discusiones; trató de ganar gente para Cristo. Pablo no intentó obligar a los creyentes a hacer lo que él pensaba que era correcto; quería conseguir que llevaran cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. La renovación de la mente era un tema constante.
¿Podrías estar luchando contra Dios todo el tiempo, creyendo que estás en lo correcto? Ésta es una pregunta seria que todos haríamos bien en plantearnos y formular periódicamente. Sobre todo porque tenemos los medios para verificar cada pensamiento, cada posición y cada doctrina con la autoridad plena y final: la Palabra de Dios.
Aprendamos de los errores de otros a no oponernos a Dios. Llevemos cautivos nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo.
0 Comentarios