por Paul M. Sadler
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
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En los días de gloria de los deportes estadounidenses, cuando los atletas competían por amor al juego o evento, Jim Thorpe se destaca como quizás el atleta más completo que nuestro país haya producido. Nacido cerca de Praga, Oklahoma en 1888, Thorpe comenzó su carrera atlética en una pequeña escuela en Carlisle, Pensilvania, donde se estableció como un destacado jugador de fútbol, tanto a nivel universitario como profesional. Pero probablemente fue más conocido por sus notables logros en los Juegos Olímpicos de 1912 celebrados en Estocolmo, Suecia.
En los juegos de Estocolmo, Jim Thorpe, un indio nativo americano, se convirtió en el primer atleta en ganar tanto el pentatlón como el decatlón. El Pentatlón es una prueba de un día que incluye salto de longitud, lanzamiento de jabalina, carrera de 200 metros, lanzamiento de disco y carrera de 1.500 metros. El Decathlon de dos días es una competición rigurosa de 10 eventos. El primer día, los participantes compiten en la carrera de 100 metros, salto de longitud, lanzamiento de peso, salto de altura y carrera de 400 metros. El segundo día compiten en las carreras de salto vallas, disco, salto con pértiga, jabalina y 1.500 metros. Habiendo participado en algunos de estos eventos de atletismo hace años, puedo decir que fue un logro asombroso.
Lamentablemente, Jim Thorpe fue descalificado cuando se supo que había jugado béisbol por un pequeño salario, algunos años antes. La Unión Atlética Amateur dictaminó que era, por tanto, “un atleta profesional y no elegible para competir en los Juegos Olímpicos”. Posteriormente, fue despojado de sus medallas de oro por no respetar las reglas. (Fuente: World Book Electronic Reference Library—Millennium 2000.)
El apóstol Pablo dice que quienes participan en estos juegos lo hacen para obtener una corona corruptible; pero nosotros una incorruptible. Lo que hacemos ahora por Cristo, que se asemeja a una carrera, resonará por toda la eternidad. El gran temor del apóstol era que mientras predicaba a otros, no lograra sujetarse a las cosas del Señor y, en consecuencia, sería descalificado en ese día. En pocas palabras, no quería ser un hipócrita.
UNA OCASIÓN SOLEMNE
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo; para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (II Corintios 5:10 - RV1960)
Los temas de la redención y el juicio están entretejidos a lo largo de las Escrituras. Por eso es importante separar correctamente la Palabra de verdad para determinar qué juicio nos corresponde. Dado que Pablo usa el pronombre personal “nosotros” en el pasaje anterior y en el contexto anterior, podemos concluir con seguridad que se está dirigiendo a los miembros del Cuerpo de Cristo. El Tribunal de Cristo es una frase dispensacional que se encuentra únicamente en las epístolas de Pablo. En su revelación se hace referencia a él como “el día”, “aquel día” y “el día de Cristo”. Este juicio particular será una revisión de la conducta y el servicio del creyente que tendrá lugar en el Rapto de la Iglesia. Según I Tesalonicenses, esta es una reunión planeada que se mantuvo en secreto desde el principio del mundo (Romanos 16:25 cf. I Tesalonicenses 4:17).
“Porque es necesario que todos comparezcamos.” Cada creyente en Cristo tiene una cita con el Señor: pastores y miembros de su congregación, maestros y estudiantes de la Biblia, evangelistas y conversos, fieles e infieles, etc. No es de extrañar que las Escrituras adviertan, tanto a los líderes, como a los que sientan bajos sus ministerios, en consecuencia:
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. (I Corintios 3:10)
Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. (Hebreos 13:17)
Si bien Pablo hace frecuentes referencias al tribunal de Cristo tanto en sus primeras como en sus últimas epístolas, trata extensamente el tema en las cartas a los corintios. Esto no es sin ton ni son; el apóstol quería que los corintios comprendieran la gravedad de su conducta impía. Parecían no darse cuenta del hecho de que algún día iban a presentarse ante el Señor y dar cuenta de sus acciones. Es posible que algunos incluso hayan negado esto basándose en la verdad de que estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales. Aunque esto es cierto desde el punto de vista posicional, el resultado práctico del asunto está determinado por nuestra conducta actual. Los corintios algún día tendrían que responder por la agitación que causaron en la asamblea local, debido a su envidia, contiendas, divisiones, carnalidad y estilos de vida inmorales.
Esto plantea la pregunta de por qué Dios no simplemente juzga a los creyentes cuando mueren. ¿Por qué esperar hasta el Rapto de la Iglesia? Aquí debemos tener presente que nuestras vidas tocan las vidas de otros, incluso en la muerte. Por ejemplo, el pastor J. C. O’Hair murió en 1958, pero sus escritos y mensajes grabados continúan llevando a otros al conocimiento del Misterio. ¡Aunque está muerto, todavía habla! Por el contrario, el padre cristiano que vive descuidadamente una vida mundana influye en sus hijos para que sigan sus pasos. Los efectos a largo plazo de tal estilo de vida no serán pasados por alto en ese día.
Pero Dios tiene otra razón para retrasar el juicio hasta el tribunal: ¡una razón realmente solemne! Pablo dice: “Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12). Los términos “cada uno” y “sí” indican claramente que cada uno de nosotros se presentará individualmente ante el Señor para dar una respuesta por nuestro comportamiento. Pero esto no implica que otros no estarán presentes en algunos momentos durante el transcurso de este examen. De hecho, esto será necesario para dejar las cosas claras. Se dirá más sobre esto en breve.
EL JUEZ
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo”. Como lo implica la frase, Cristo será nuestro Juez. Según Juan 5:27, el Padre ha puesto todo el juicio en manos de Su amado Hijo. Él es el Juez perfecto. Aunque el Misterio todavía era un secreto cuando ocurrieron los acontecimientos del capítulo cinco de Juan, el principio del juicio de Cristo ciertamente se aplica durante la administración de la Gracia.
El apóstol dice en Colosenses 2: “En Él [es decir, Cristo] habita corporalmente en toda la plenitud de la Deidad”. Como Dios, Él conoce nuestros pensamientos y motivos más íntimos y la intención del corazón. Por otra parte, tomó forma de siervo humano y habitó entre nosotros. Nadie podrá presentarse ante Él en ese día y decir: “¡Señor, simplemente no lo entiendes!” Oh, pero lo entiende, mi querido amigo. Cristo sufrió en todo como nosotros, pero sin pecado. Como dijo el profeta: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3).
La palabra griega para tribunal aquí es Bema. En tiempos bíblicos era una plataforma elevada, con escalones ascendentes, donde los gobernantes dictaban decisiones (Hechos 18:12-16). También era el lugar donde los jueces presidían los juegos griegos. Desde este punto, podían ver todo el campo de eventos. Ser convocado al Bema significaba una de dos cosas; o el participante sería descalificado por desobedecer las reglas, o recompensado con una guirnalda por ganar un evento en particular.
Cuando aparezcamos con Él en gloria, Cristo ocupará una posición de exaltación. Como Juez justo, será vestido de gloria, honor y majestad cuando estemos ante Él. A diferencia del Gran Trono Blanco, la condenación no es el tema en este juicio. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Dado que la pregunta sobre el pecado fue respondida para el creyente en el Calvario, este examen tiene que ver con si hemos dedicado o no nuestra vida a Cristo y le hemos servido fielmente. ¿Pero nuestros pecados serán tomados en consideración en el Bema? Tendremos más que decir sobre esto más adelante.
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo; para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo
Ha habido un debate continuo sobre si la frase “lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo” se refiere del cuerpo del creyente o el Cuerpo de Cristo. Parece claro que Pablo tiene en mente al creyente individual. El dia tou somatos original tiene la idea de las cosas hechas “a través de nuestro cuerpo”. En otras palabras, existe una responsabilidad moral en la medida en que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo. Por lo tanto, somos responsables de sus actos, sean buenos o sea que no tengan valor. Por ejemplo, creemos que las instrucciones de Pablo a los colosenses capturan las responsabilidades morales de esclavos y amos o empleados y empleadores.
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. (Colosenses 3:22-25)
En la evaluación final, el Señor va a compensar tanto a los obreros, como a la dirección, por el bien que han hecho y por los errores que hayan cometido. Todo creyente en Cristo puede esperar recibir una recompensa por su buena conducta y una pérdida por su mala conducta. No es de extrañar que Pablo agregue:
Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias. (II Corintios 5:11)
Mientras los corintios vivían como si no hubiera un mañana, Pablo les advierte sobre el “temor del Señor”. Algunos han llegado a la conclusión de que el apóstol ahora está dirigiendo su atención a los no salvos, pero esta interpretación es una gran injusticia con el contexto en el que se sitúa el pasaje. El terror o temor del Señor es el principio del conocimiento. Pero, ¿en qué sentido debe el creyente temer al Señor? Considere por un momento estar ante el Señor con perfecto recuerdo de cada palabra, pensamiento y acción ociosa. Deberíamos temer las posibles consecuencias devastadoras de una vida malgastada, sin mencionar la inspección misma.
Con esto en mente, Pablo trató de persuadir a los hombres sobre la gravedad de la ocasión. ¿De qué buscó el apóstol convencer a los creyentes? Dado que el comportamiento de los corintios dejaba mucho que desear, Pablo está tratando apasionadamente de persuadirlos a caminar como es digno de su llamamiento. Esto plantea la pregunta: ¿estamos a la altura de las expectativas de Dios? Pablo podía decir con confianza: “pero a Dios le es manifiesto lo que somos”. Verá, Pablo tenía una conciencia tranquila con respecto a sus acciones entre ellos. Así, deseaba que su manera de vivir delante del Señor se manifestara en las conciencias de sus oyentes para que ellos también fueran para alabanza de su gloria en aquel día. (Ver II Timoteo 3:10,14).
LA PREMISA DEL TRIBUNAL
Vosotros sois el edificio de Dios. Según la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo (I Corintios 3:10,11)
Al volver a I Corintios, Pablo trata acerca de nuestro servicio en relación con el tribunal de Cristo. Curiosamente, a medida que desarrolla este tema, utiliza la metáfora del “templo” en el versículo 16. Si bien ponemos gran énfasis en dividir correctamente la Palabra de verdad, también debemos reconocer que existen conexiones entre los dos programas de Dios. Como miembros del Cuerpo de Cristo, somos contados en la familia de Dios y, por lo tanto, unidos al templo viviente, que Dios preordenó antes de la fundación del mundo. Esto explica por qué Pablo usa la metáfora de un templo cuando habla de nosotros colectivamente. Por lo tanto, Efesios Capítulo 2:
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:21,22)
Dios ha levantado un nuevo maestro constructor para agregar una adición a la casa de Dios que no estaba incluida en los planes originales del Programa Profético. Estuvo escondido en la mente de Dios hasta el levantamiento del apóstol Pablo. Él es el arquitecto divinamente ordenado que puso una nueva sección de fundamento, que es Jesucristo según la revelación del Misterio (Romanos 16:25; Efesios 3:1-10). El apóstol tuvo mucho, mucho cuidado de no edificar sobre fundamento de otro hombre, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo (Romanos 15:20). Por supuesto, se refería a construir sobre el fundamento de Pedro, quien predicó a Jesucristo según el Reino prometido por los profetas de la antigüedad.
Como un padre, Pablo nos advierte: “Yo puse el fundamento, y otro construye sobre él. Pero cada uno mire cómo sobreedifica” (I Corintios 3:10). El fundamento sobre el cual se basará el tribunal de Cristo será Jesucristo según Su ministerio celestial, como lo reveló Pablo. Entonces, mientras servimos al Señor debemos tener cuidado de usar materiales paulinos al construir sobre nuestro fundamento, de lo contrario sufriremos las consecuencias en ese día.
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