La Seguridad Del Sello

Ricky Kurth|

por Ricky Kurth

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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(De un mensaje predicado en la Faith Bible Church, la iglesia local del pastor Kurth en Steger, Illinois)

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30 - RV1960)

¿Qué significa ser “sellado” por el Espíritu, y ¿cuán seguros nos hace este sello? Las palabras significan cosas y no se nos permite atribuir significados arbitrarios a las palabras bíblicas. Pero un estudio cuidadoso del uso bíblico de esta palabra “sello” desarrollará su significado para nosotros y fortalecerá nuestra fe.

En Ester 8:8, el rey de Persia mandó que se emitiera un decreto, y ordenó: “selladlo con el anillo del rey”. Cuando el anillo del rey era presionado contra la cera caliente que sellaba un documento en aquellos días, el pergamino sellado llevaba una huella que lo identificaba con el rey. De manera similar, cuando usted y yo fuimos bautizados en Cristo en el momento en que creímos en el evangelio, fuimos identificados con Cristo, y hasta el día de hoy llevamos la huella invisible del Espíritu Santo. Y aunque me gusta identificarme con nuestros equipos deportivos de Chicago sólo hasta que empiezan a perder, ¡qué bueno saber que Dios permanece identificado con nosotros incluso cuando lo entristecemos!

Ester 8:8 también nos enseña que un decreto sellado con el anillo del rey “¡no puede ser revocado!” Ni siquiera el propio rey podría revocar una orden sellada con su anillo. Qué reconfortante saber que no importa cuánto entristezcamos a Su Espíritu, Dios mismo no puede revertir el destino eterno de un creyente que lleva Su sello. Cuando Daniel fue arrojado al foso de los leones, el rey selló el foso con su propio sello “para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase” (Daniel 6:17).

Avanzando en nuestro estudio del sello, vemos que Job disfrutaba de absoluta confianza en su seguridad (Job 19:25-27) porque sabía que su prevaricación estaba “sellada en saco” (Job 14:17). Sabía que nadie podía romper el sello de Dios y liberar su pecado. ¡Pero cuánto más deberíamos sentirnos seguros! Cristo ha hecho más que sellar nuestros pecados en una bolsa, Él quitó “por el sacrificio de sí mismo… de en medio el pecado” (Hebreos 9:26) y nos selló* con Su Espíritu!

A continuación, en nuestro estudio del sello, Jeremías 32:9,10 nos dice que Jeremías compró un terreno y “selló” la escritura, aquí llamada “la carta de venta” (v. 11). Bien recuerda este escritor, cuando era niño, reclamar premios anunciados en la parte posterior de las cajas de cereales. Los premios eran “gratuitos”, pero requerían dos o tres sellos de prueba de compra, que se encontraban en cada caja de cereal. Eso es lo que el Espíritu es para nosotros, prueba de que nuestro perdón ha sido comprado por la sangre de Cristo, “carta” que podría presentarse si alguna vez fuéramos llamados a defendernos ante el tribunal de justicia de Dios.

Así como hubo “testigos” (Jeremías 32:10) de la compra de Jeremías, sabemos que hubo testigos angelicales de la compra de nuestra redención, santos que observaron con asombro cómo el Hijo de Dios compró nuestra redención en el Calvario, luego se regocijaron cuando creímos en el evangelio (Lucas 15:10) y sellamos el trato.

La evidencia de compra en los días de Jeremías venía en dos partes, la “sellada según el derecho y costumbre, y la copia abierta” (Jeremías 32:11), una escritura abierta que se deja disponible para su examen en caso de disputas sobre tierras, y una escritura sellada que se mantiene en un lugar seguro por motivos de seguridad. Estas cartas eran idénticas. Sabemos que los malversadores criminales a menudo llevan dos juegos de libros diferentes: ¡uno para mostrárselos a las autoridades y otro que refleja con precisión sus malas acciones! Pero los títulos de propiedad de Jeremías eran los mismos, tanto el sellado como el abierto, recordándonos que, si bien nuestro sello del Espíritu es invisible (ya que “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” — Colosenses 3:3), nuestra vida pública debe leerse igual que nuestro título de propiedad, porque nuestra carta abierta es “conocida y leída por todos los hombres” (II Corintios 3:2,3). El apóstol Pablo lo expresó de esta manera:

Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este SELLO: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. (II Timoteo 2:19)

Las escrituras de propiedad de Jeremías fueron colocadas “en una vasija de barro” para su custodia (Jeremías 32:14). Asimismo, Dios colocó la prueba de nuestra compra dentro de nosotros, dentro de estas vasijas de barro que componen nuestro cuerpo físico (Génesis 2:7; II Corintios 4:7). ¿No habrían estado más seguras las cartas de Jeremías en el templo? Bueno, ¿qué duró más, el templo de Israel o los Rollos del Mar Muerto encontrados recientemente después de casi dos mil años, ¡en vasijas de barro!? Dios sabe precisamente lo qué está haciendo al dejar tu sello en la vasija de barro de tu cuerpo físico, porque está asegurado por el poder de Su brazo todopoderoso.

A Jeremías se le dijo que colocara su carta en una vasija de barro, “para que se conserven muchos días” (Jeremías 32:14). ¿Cuántos días? Bueno, Israel estaba a punto de ser invadido por Babilonia, lo que significa que aunque Jeremías tenía el título de propiedad de la tierra, la propiedad estaría fuera de su control durante setenta años. Cuando Jeremías cuestionó al Señor acerca de la sabiduría de su orden de comprar la tierra (Jeremías 32:24,25), el Señor le aseguró que el cautiverio algún día terminaría, y la tierra ya no estaría fuera de su control (Jeremías 32:44). Cómo nos recuerda esto que cuando el Señor Jesús nos redimió, sabía que aunque guardaría la carta en nuestros corazones, estaríamos fuera de Su control por unos setenta años (Salmos 90:10). ¡Afortunadamente, Él, al igual que Jeremías, siguió adelante e hizo la compra de todos modos!

Aprendemos más sobre el significado bíblico de la palabra “sello” en Ezequiel 28:12, donde se dice de Lucifer: “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”. Aquí aprendemos que algo que está sellado es perfecto y completo. No se le podría agregar nada a Lucifer para hacerlo más sabio o más hermoso. De manera similar, Dios no ha necesitado agregar una sola estrella desde la creación original, ya que en el principio Él “selló las estrellas” (Job 9:7). Y maravilla de maravillas, no es necesario agregar ni una sola cosa a los creyentes de hoy que están sellados con el Espíritu, porque estamos “completos en Él” (Colosenses 2:10).

En los días de Jeremías, tanto el vendedor como el comprador de la tierra tenían que estampar su sello en la escritura para dar testimonio de la transacción. Pero, ¿qué pasa con la transacción de nuestra redención? Juan 3:33 (RV1865) dice:

El que recibe su testimonio, éste selló, que Dios es verdadero

¿Cómo puede un hombre “sellar” que Dios es verdadero? Simplemente con recibir Su testimonio y creer en Cristo (Juan 3:36).

Y hablando del Señor Jesucristo, Juan 6:27 dice: “A éste selló el Padre”. ¿A qué podría referirse Juan, sino a la experiencia de nuestro Señor en Su bautismo cuando “descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma”? (Lucas 3: 22). Si este es el caso, la conclusión que podemos sacar de esto es casi demasiado preciosa para creerla. Si el “sello” con el que Dios Padre selló a nuestro Salvador es el Espíritu Santo, entonces tú y yo estamos sellados con el mismo sello con el que fue sellado el Señor Jesucristo. Si eso no te hace sentir seguro, ¡no sé qué lo hará!

Pero, ¿por qué el Señor necesitaría un sello tan seguro? Quizás en algún sentido esto le permitiría en Su humanidad soportar la terrible carga de pecado que le fue impuesta en el Calvario. Si esto es así, tenemos una prueba más de que nunca debemos temer la pérdida de la salvación debido a nuestro pecado. Si todos los pecados de todo el mundo no fueron suficientes para romper Su sello del Espíritu, entonces seguramente tu carga de pecado, comparativamente pequeña, nunca alcanzará para romper tu sello del Espíritu.

Romanos 4:11 nos enseña que Abraham “recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso”. El sello de Abraham fue una maravillosa ilustración del nuestro en dos benditas maneras. Primero, la circuncisión era irreversible, lo que refuerza nuestra convicción de que nuestro sello es igualmente permanente e irrevocable. En segundo lugar, el sello de Abraham iba con él dondequiera que fuera. ¡Me olvidaría de la cabeza si no estuviera unida a mis hombros! Y tan seguro como que el día que olvidas tu billetera, un policía te detendrá, sabes que morirías el día que olvides tu sello, si fuera algo que tuvieras que recordar. ¡Bendito sea Dios, no lo es!

En Apocalipsis 7:1,2, Juan describe cómo en la próxima Tribulación a cuatro ángeles, se les dará poder “de hacer daño a la tierra y al mar”. Pero antes de que puedan actuar, se les dice: “No hagáis daño a la tierra… hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:3). Imagínese cuán seguros se sentirán esos creyentes con el sello visible del Señor “escrito en la frente” (Apocalipsis 14:1). Muchos creyentes hoy se niegan a creer en su sello porque no pueden verlo, pero no conozco ningún creyente hoy que se niegue a respirar el aire porque no puede verlo. Los creyentes hoy pueden y deben disfrutar de la misma seguridad que estos 144.000 (Apocalipsis 7:4), porque aunque nuestro sello no sea visible, “por fe andamos, no por vista” (II Corintios 5:7). Nuestro sello espiritual es tan real como el visible, así como nuestra circuncisión espiritual y nuestro bautismo espiritual (Colosenses 2:10-12) son tan reales como la circuncisión y el bautismo visible de Israel.

Estos 144.000 sellados nos ofrecen una prueba dinámica de la seguridad de nuestro sello. Apocalipsis 12 describe cómo en medio de la tribulación son “arrebatado[s] para Dios y para su trono” (Apocalipsis 12:5). A continuación los vemos de pie con el Cordero en el monte Sión celestial (Apocalipsis 14:1), “redimidos de entre los de la tierra” (Apocalipsis 14:3), tal como lo seremos nosotros algún día (Romanos 8:23; 13:11), y ¡no han perdido ni uno solo sellado! ¡Aún son 144.000! De la misma manera, en el Rapto, el Señor no extraviará ni un solo miembro sellado de “la iglesia que es Su cuerpo”. ¡Hablando de “firmado, sellado y entregado!”

A veces la doctrina de la seguridad eterna del creyente es desafiada con la noción de que si bien nuestro sello nos protege de peligros externos como Satanás y su ejército, El sello del Espíritu de Dios no puede protegernos desde dentro de nosotros mismos. Las poderosas mandíbulas de un caimán pueden ejercer 3000 libras de presión por pulgada cuadrada al cerrarse, pero una vez cerradas pueden mantenerse cerradas con las manos desnudas de un hombre. Algunos argumentan que el sello de Dios funciona de la misma manera, protegiéndonos poderosamente desde afuera, pero incapaz de mantenernos sellados si pecamos demasiado desde adentro.

Obviamente, el sello de nuestro Señor en Juan 6:27 fue diseñado para protegerlo de peligros externos, porque ciertamente no había peligro de que Él pecara desde adentro y rompiera el sello. Entonces, ¿qué seguridad tenemos en las Escrituras de que el sello de Dios no puede ser roto de adentro hacia afuera? Seguramente esto se responde poderosamente en Apocalipsis 20, donde se nos dice que durante el reino milenial, Dios tomará al diablo y “lo encerró [encerrará], y puso [pondrá] su sello sobre él” (Apocalipsis 20:1-3). ¡Imagínese la frustración de Satanás cuando después de toda una vida de no poder romper el sello de los creyentes individuales desde afuera, se encuentra él mismo sellado e incapaz de romper el sello desde adentro! Mi querido amigo cristiano, si ni siquiera el diablo con su asombroso poder maligno puede romper el sello de Dios desde dentro, ¿qué te hace pensar que puedes hacerlo con tu comparativamente débil poder maligno? En un gran tipo de Cristo, a Noé se le dijo que calafateara (sellara) el arca “con brea por dentro y por fuera” (Génesis 6:14). Una vez que “Jehová le cerró la puerta” (Génesis 7:16), no entraría ni saldría nadie hasta que llegara el momento en que Dios rompiera el sello y liberara a los viajeros al nuevo mundo.

¿Romperá Dios alguna vez nuestro sello? ¡No hasta que llegue el momento de llevarnos, forasteros, a nuestro nuevo mundo! Tenemos un cuadro dramático de esto en Romanos 15:26, donde Pablo habla de la colecta que había hecho entre las iglesias gentiles “para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén”. Mientras este dinero estuvo en manos de Pablo, estaba sellado y absolutamente seguro y protegido. A pesar de que Pablo estaba “en cárceles más” que cualquier otra persona (II Corintios 11:23), y sobornar para salir de la prisión era algo común en aquellos días (Hechos 24:26), no sorprenderías a Pablo malversando fondos para su uso personal, para salvar su vida. Hablando entonces de su plan de entregar este dinero personalmente a Jerusalén, les dice a los romanos en el versículo 28:

Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado [sellado] este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España.

Pablo decidió asegurarse de que la transferencia de esta considerable colecta fuera sellada herméticamente para la posesión de las personas para quienes fue recogida. ¡Qué lección para todos aquellos que hoy manejan el dinero del Señor! ¡Y qué cuadro del sagrado traslado que tendrá lugar en el Rapto! Hemos visto en este estudio que el sello del creyente en esta vida va infinitamente más allá de lo que el mundo llama “hermético”, pero ¿qué sucede cuando llega el momento de ser conducidos al nuevo mundo? Ah, recuerda, Pablo dice que tú y yo estamos “sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30), es decir, “la redención de nuestro cuerpo” en el Rapto (Romanos 8:23). No habrá ningún error de último minuto cuando el Cuerpo de Cristo se una a las huestes del cielo, porque el Señor Jesús mismo les habrá “sellado este fruto”, este fruto de la iglesia que es Su Cuerpo. Así como el transbordador espacial de nuestra nación permanece sellado hasta que se acopla a la estación espacial, así el creyente individual de hoy permanecerá sellado hasta nuestro encuentro con la eternidad.

El mismo honor de Dios está en juego en este asunto de la seguridad de nuestro sello. II Corintios 1:20 dice que “todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”. ¿Cuáles son algunas de estas promesas incondicionales que tenemos en Cristo? Bueno, el versículo 22 habla de Dios….

El cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Si la promesa de Dios se rompiera y los creyentes sellados se perdieran de alguna manera, Dios no obtendría gloria “por medio de nosotros”. De hecho, la pérdida de un solo santo sellado por el Espíritu sería un golpe a Su integridad, porque la solidez del sello del creyente depende no de sus obras sino de la solemne promesa de Dios. Sabemos que esto es así porque Pablo no menciona el sello del Espíritu exclusivamente a los efesios espirituales, sino que aquí incluye a los corintios carnales cuando habla de esta preciosa bendición. Por lo tanto, sabemos que el creyente más apóstata nunca debe temer haber pecado demasiado profundamente, haber roto su sello y haber puesto en peligro su alma.

Es por eso que debemos tener cuidado de “no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Cuando el Espíritu de Dios fue “contristado” por el hombre antes del Diluvio, Dios prometió “destruir” al hombre de la faz de la tierra (Génesis 6:6,7). Cuando Israel “entristeció” al Señor durante cuarenta años en el desierto, Dios juró en Su ira que esa generación no entraría en la Tierra Prometida (Salmos 95:10,11). Pero, cuando tú, como creyente, lo entristece en Su corazón, tu sello permanece intacto mientras el Espíritu simplemente se mantiene allí y te sostiene, eligiendo responder con gracia, y no ira. Le corresponde a cada creyente comprado con sangre TEMBLAR ante la idea de presumir de tal gracia.

Imagínese a un agente del Servicio Secreto cristiano, asignado para proteger a un presidente que continuamente tomaba el nombre del Señor en vano. Este presidente sabe que su discurso entristece al agente, ¡pero no le importa! ¡Hasta que un día el agente le salva la vida! ¡Seguro que ahora enmendará su discurso! Pero no, sigue blasfemando y el agente, aunque afligido, sigue manteniéndolo a salvo. En lugar de gritar: “¡Qué ingrato!”, recuerda que cuando pecas contra el Espíritu que te salvó y te mantiene sellado, tienes más en común con este presidente ingrato de lo que te gustaría admitir.

¿Qué es específicamente lo que entristece al Señor? Bueno, si Pablo nos hubiera advertido que no entristeciéramos al “Espíritu Solitario”, sabríamos que no debemos ignorarlo y hacerle sentir excluido. Si Pablo nos hubiera advertido que no entristeciéramos al “Espíritu Tímido”, ¡podríamos entristecerlo colmándolo con la misma atención que nuestros amigos pentecostales! Pero es “el Espíritu Santo” a quien Pablo nos dice que no entristezcamos, ¡y Su nombre lo dice todo! Es el comportamiento impío e injusto del contexto (Efesios 4:25-31) lo que le entristece en Su corazón. Así, cada uno de nosotros puede determinar en nuestro corazón “no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

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