por el pastor Paul M. Sadler
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
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Cuatro de nuestros nietos tienen una perra grande y alegre llamada Molly. Molly es como la mayoría de los perros; le encanta comer y jugar con los niños. Pero también le gusta vagar por el barrio, chocando entre los parterres de flores y los huertos de los vecinos. No hace falta decir que un perro de su tamaño podría causar mucho daño en poco tiempo. Para corregir el problema, Kevin y Jessica compraron un collar electrónico. Simplemente colocaron el transmisor en la casa en todos los límites del jardín. Cuando Molly se acerca a uno de los límites, su collar comienza a emitir un pitido y luego la unidad le aplica una leve descarga cuando se acerca demasiado al perímetro. No le tomó mucho tiempo a Molly darse cuenta de que, cuando escucha un pitido, sabe que debe detenerse antes de que le den un toque.
En esta misma línea, Dios ha puesto un localizador invisible, una conciencia, dentro de cada ser humano, que nos avisa cuando estamos a punto de hacer algo mal. En su segunda aparición ante la Dieta de Worms, Martín Lutero afirmó sobre su postura: “Ir en contra de la conciencia no es correcto ni seguro”.
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés… [[Ro 5#14|]] (Romanos 5:13,14 - RVR1960)
El término inculpar en este pasaje es un término contable; simplemente significa “poner a cuenta de uno”. Si bien los hombres pecaron durante el período entre Adán y Moisés, no se les hizo responsables de esos pecados porque Dios aún no había dado los mandamientos que los prohibían. Esto no significa que fueran menos culpables de pecado o menos merecedores del juicio eterno. Es importante recordar que, durante este período, los hombres vivían bajo la dispensación de la conciencia; por lo tanto, no tenían excusa. Esto es lo que Pablo quiere decir en Romanos 2:
Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos [[Ro 2#15|]] (Romanos 2:14-15)
Conciencia significa “saber” o “con conocimiento”. Bajo esa dispensación, la conciencia debía gobernar a la humanidad. Requería que los hombres hicieran todo el bien conocido y se abstuvieran de todo mal conocido.
Después de que Adán y Eva pecaron, “conocieron que estaban desnudos” y, en consecuencia, cosieron hojas de higuera para cubrirse (Génesis 3:7). En otras palabras, sus conciencias se activaron para conocer la diferencia entre el bien y el mal, y entre lo correcto y lo incorrecto. Sabían que habían pecado contra Dios y se sentían culpables como resultado de ello.
Caín sabía que Dios requería un sacrificio de sangre, pero hizo lo malo ante los ojos del Señor y trajo una ofrenda del fruto de la tierra. Pecó y tuvo que lidiar con la culpa de su decisión (Génesis 4:5). Dios no quiso recibir la ofrenda de Caín porque venía de la tierra, que había sido maldecida. Abel, por otro lado, respondió a Dios con fe y trajo lo que Dios requería de él.
Dios nos está enseñando que, aunque no hubo Ley entre Adán y Moisés, debemos entender que la conciencia fue la guía de ellos, porque ellos eran “ley para sí mismos”. Como resultado, no tenían excusa. Verá, Dios está demostrando que, sin importar en qué dispensación haya colocado al hombre (Conciencia, Ley, Gracia), todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios.
Teniendo esto en cuenta, Pablo añade: “No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés”. Aunque la Ley de Moisés no se había implementado en ese momento, la muerte aún reinaba supremamente en que, eventualmente, la gente murió. Pero esto plantea esta pregunta: si los pecados de los hombres no fueron cargados a su cuenta, ¿por qué la muerte todavía tenía dominio sobre ellos? Simple: habían pecado en Adán, lo cual es cierto para toda la raza humana. Puesto que somos la posteridad de Adán, todos nacemos en él. Él es nuestra cabeza federal. Lo que era cierto para él también es cierto para nosotros.
Dios, en Su infinito conocimiento, ve lo que nosotros no podemos ver. Cuando Adán buscó ese fruto prohibido, estábamos en él; en consecuencia, estamos identificados con su pecado. Otro ejemplo de este principio se encuentra en Hebreos 7:9,10. Entonces, el trío de la muerte –física, espiritual y la posibilidad de la muerte eterna– reinó porque todos hemos pecado en Adán. Esto también explica cómo un recién nacido, que nunca ha cometido un solo acto pecaminoso, a veces muere debido a complicaciones. ¡Pecaron en Adán! Personalmente, creo que Dios ha hecho una provisión muy especial para estos pequeños (II Samuel 12:22,23).
“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase…” (Romanos 5:20). ¡La Ley magnificó el pecado! Lo destacó para mostrarle al hombre cuán sumamente pecador es en realidad. Cuando la Ley dice: “No robarás”, la respuesta natural del hombre es cuestionar la ley con rebeldía y desobedecerla. Cuando le dices a un niño pequeño que no puede abrir la puerta del sótano y luego te alejas de su campo de visión, pondrá su mano en el pomo de la puerta y observará para ver si estás mirando. Esto nos muestra que existe una tendencia natural a hacer el mal. Dios magnificó eso cien veces cuando dio la Ley. Una vez más, fue para demostrar que todos somos pecadores de palabra, pensamiento y obra.
Desde el principio, la conciencia ha sido tejida a través de todas las edades y dispensaciones. Es lo que se conoce como una verdad transdispensacional. Pero nos parece interesante que bajo el sistema mosaico se pone muy poco énfasis en la conciencia, lo cual no debería sorprendernos (Hebreos 9:9). Los mandamientos sirvieron como conciencia del pueblo de Dios en el pasado: “No harás…”, “Haz esto y vivirás…”, “Si oyeres la voz de Jehová tu Dios para guardar sus mandamientos y Sus estatutos…” Había una ley o estatuto que gobernaba cada paso de sus vidas.
Cuando recurrimos a las epístolas a los gentiles, Pablo hace frecuentes referencias a la conciencia bajo la gracia. Hoy tenemos libertad en Cristo, pero nunca debemos usar esa libertad como una ocasión para la carne, ya sea para albergar pensamientos impuros o cometer un acto inmoral. La gracia nos enseña a negar la impiedad y la lujuria mundana. La Ley exige; ¡la gracia ruega! Mientras Dios nos implora que caminemos dignos de nuestro llamado, Él usa Su Palabra, el Espíritu y nuestra conciencia como un sistema de alerta temprana, para ayudarnos a vivir una vida que le agrade. Recuerda, y recuerda bien: es peligroso desobedecer a tu conciencia.
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