por Ricky Kurth
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
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(Mensaje predicado el 20 de junio de 2005 en la 39ª conferencia bíblica anual de la Berean Bible Fellowship en Cedar Lake, Indiana.)
No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales (I Corintios 12:1 - RVR1960)
Muchos cristianos no están seguros acerca de la definición precisa de un don espiritual. Un don espiritual es un talento o habilidad especial otorgado a los hombres que es separado y distinto de cualquier talento o habilidad natural que puedan poseer. Es decir, aunque a veces decimos que alguien tiene “un don para la música”, esto no es lo que la Biblia quiere decir cuando habla de “dones espirituales”.
Para definir que son “dones espirituales”, necesitamos emplear “la ley de la primera mención”, el principio de estudio bíblico que establece que la primera aparición bíblica de una palabra, frase o idea a menudo define la palabra, frase o idea, y establece el tono para su uso a lo largo de las Escrituras. El primer don espiritual dado fue el don de “lenguas”, definido para nosotros en Hechos 2 como la capacidad de hablar instantáneamente y fluidamente en una lengua conocida e identificable distinta de la lengua materna (Hechos 2:4-11). Así, mientras que “un músico talentoso” debe trabajar muy duro para desarrollar su don, un don espiritual es un don sobrenatural del Espíritu Santo que no requiere tal desarrollo. Es la convicción de este escritor que todos los dones espirituales cesaron con la finalización de la Palabra de Dios, tal como Pablo predijo que sucedería (I Corintios 13:8-10).
Pablo comienza su discusión sobre los dones espirituales con una observación aparentemente no relacionada:
Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. (I Corintios 12:2)
Pablo aquí les recuerda a los corintios que solían ser gentiles adoradores de ídolos que tenían una propensión natural a “dejarse llevar” con su idolatría. Si bien en la superficie esto podría parecer no tener nada que ver con el tema en cuestión, Pablo había observado que los corintios habían hecho un dios de sus dones espirituales, y está señalando que ahora estaban dejándose llevar por ellos, como solían dejarse llevar por sus ídolos. La advertencia de Pablo sobre esto es eterna, porque ¿quién puede negar que incluso hoy todavía hay una tendencia entre al menos algunos de nuestros amigos pentecostales a dejarse llevar por lo que perciben como sus dones espirituales?
Pero antes de juzgar demasiado duramente a los corintios o a nuestros hermanos pentecostales, debemos recordar que Pablo también nos advierte sobre la “avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). No es inconcebible que los creyentes que saben que no deben dejarse llevar por cualquier don espiritual percibido, puedan encontrarse prestando una atención similar a la adoración al “dólar todopoderoso” y todas las cosas materiales que éste puede comprar. Nos correspondería a cada uno de nosotros examinar nuestro corazón para ver si vivimos en la “casa de cristal” de la codicia antes de considerar arrojar piedras a los pentecostales por su adoración idólatra de dones espirituales imaginarios.
Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. (I Corintios 12:3)
Esta también es una declaración desconcertante a la luz del contexto. ¿Por qué habría que decirles a los corintios que ningún hombre que hablara por el Espíritu llamaría anatema al Señor Jesús? Creemos que fue por la manera convincente en que fue llamado anatema. Creemos que estaba siendo llamado anatema en lenguas.
Satanás es el gran imitador de Dios, imitando al Todopoderoso en todo. Cuando Dios tuvo profetas, Satanás tuvo “falsos profetas” (II Pedro 2:1). Cuando Dios tuvo apóstoles, Satanás tuvo “falsos apóstoles” (II Corintios 11:13). Cuando el Espíritu de Dios habitaba en los hombres y les hacía hablar en lenguas, aparentemente Satanás respondió llenando a los hombres con espíritus malignos que también hablaban en lenguas. Estos endemoniados hablaban con fluidez y convincentemente en idiomas extranjeros, pero aquí Pablo les recuerda a los corintios que el contenido de sus declaraciones los identificaría como hombres que hablaban por un espíritu distinto al Espíritu de Dios.
No queremos dar a entender con esto que el don moderno de lenguas sea satánico; de hecho, creemos todo lo contrario. Puesto que en esta dispensación Dios ha “cesado” de dar el don de lenguas, Satanás ya no intenta falsificar este don. Puesto que hoy en día ningún hombre tiene la capacidad milagrosa dada por Dios de hablar en una lengua extranjera, Satanás no está dando poder a nadie para que haga lo mismo. Creemos que el galimatías que hoy pasa por el don de lenguas no es más que el producto emocional de la carne religiosa de los hombres.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. (I Corintios 12:4-6)
¿Notaste que Pablo aquí menciona a cada miembro de la Trinidad? Dice que los dones espirituales pertenecen al Espíritu, son administrados por el Señor Jesús, pero es Dios Padre quien obra en los receptores de los dones. El punto de Pablo aquí era tratar de recalcar a los corintios cómo los miembros de la Trinidad trabajaban juntos en gloriosa armonía al dar los dones. ¡Esto estaba en marcado contraste con la manera discordante en la que los corintios habían recibido los dones! Había cualquier cosa menos armonía en la forma egoísta en que se gloriaban en sus dones o envidiaban los dones de los demás. Así, el pecado fue tomar los dones, que fueron diseñados por Dios para acercarlos unos a otros y usarlos, para separarlos más.
Este es siempre el efecto del pecado en todo lo que Dios da para acercarnos más. El matrimonio, por ejemplo, seguramente está diseñado por Dios para acercar a dos personas, pero todo pastor que haya realizado algún tipo de consejería matrimonial sabe cómo el pecado puede hacer que el matrimonio separe a dos personas. El gobierno humano también es ideado por Dios para unir a la gente, pero ¿quién puede argumentar que algunas de las guerras más sangrientas que se han librado jamás han sido guerras civiles o revolucionarias que han enfrentado hermano contra hermano?. Finalmente, la iglesia local seguramente está diseñada por Dios para acercar a los creyentes, pero debemos admitir con tristeza que algunas de las acritudes más amargas que se puedan encontrar están presentes en muchas iglesias divididas. La solución es que los creyentes se den unos a otros la gracia y la aceptación incondicionales que Dios nos extiende a nosotros (Efesios 4:32; Colosenses 3:13).
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (I Corintios 12:7)
Los dones del Espíritu fueron dados para “provecho” espiritual. Pero no se debe suponer que cuando Dios hizo que cesaran los dones espirituales, dejó al Cuerpo de Cristo sin un recurso para nuestro continuo provecho espiritual. En II Timoteo 3:16, Pablo nos dice que “Toda la Escritura es… útil…”. El “provecho” proporcionado a los corintios por sus dones espirituales ahora se proporciona a los creyentes por la Palabra de Dios. Esta es la razón por la cual el cese de los dones espirituales coincidió con la finalización de la perfecta Palabra de Dios.
Vemos una vívida ilustración de esto en el milagroso “pilar” que condujo a Israel a través del desierto hacia la tierra prometida. La columna se menciona por última vez cuando estaban acampados a la vista de Canaán. Después de haberlos conducido a través del desierto, parecía que el propósito del pilar había expirado, por lo que, por supuesto, fue retirado. Sin embargo, ¿se puede realmente decir que el pueblo de Israel ya no necesitaba la guía de Dios como individuos y como nación? ¡Ciertamente no! Es por eso que la columna no simplemente fue retirada, sino que fue reemplazada de manera simbólica y literal por la Palabra de Dios. La columna fue vista por última vez “sobre la puerta del tabernáculo” (Deuteronomio 31:15). Nueve versículos después Moisés “acabó” el Libro de la Ley y lo puso dentro del tabernáculo en el arca del pacto (Deuteronomio 31:24-26). A partir de ese momento, el pueblo de Israel ya no siguió la columna sobrenatural, sino que siguió el arca que contenía la Palabra de Dios, dada a través de Moisés. Dondequiera que se moviera el arca, el pueblo debía seguirla (Josué 3:3,6,8,14-17). Esta fue la manera simbólica de Dios de enseñarles que ya no serían guiados por una manifestación sobrenatural, sino por la Palabra escrita de Dios.
Y lo mismo ocurre con los dones espirituales. Cuando Dios retiró los dones espirituales, no nos dejó sin medios de provecho espiritual. Más bien reemplazó los dones espirituales con las epístolas de Pablo, la Palabra de Dios para nosotros hoy. En los escritos de Pablo encontramos todo lo que necesitamos para guiarnos y “aprovecharnos” en la dispensación de la Gracia.
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; (I Corintios 12:8)
A algunos en Corinto se les dio un don sobrenatural de sabiduría, similar al dado a Salomón, pero ¡se necesita poca evidencia para demostrar que ningún hombre hoy tiene el don sobrenatural de sabiduría! Pero si los creyentes de hoy que buscan sabiduría no pueden recurrir a un hombre dotado del don de la sabiduría, ¿a dónde pueden acudir? ¡A la Palabra de Dios! Pablo dice que “hablamos sabiduría de Dios en misterio” (I Corintios 2:7), y oró para que Dios nos diera a nosotros “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Efesios 1:17).
Este “espíritu de sabiduría” se nos da no para envanecernos con el conocimiento, sino para que podamos hacer algo con él. Dios dio a hombres selectos en Israel “espíritu de sabiduría” (Éxodo 28:3) para ayudarlos a diseñar las vestiduras de Aarón y construir el tabernáculo que sería la morada de Dios (Éxodo 31:3ss). De manera similar, Dios nos da espíritu de sabiduría no para hincharnos de orgullo, sino para edificar el Cuerpo de Cristo, la morada actual de Dios (I Corintios 3:17; I Timoteo 3:15).
Debemos hacer una pausa aquí en nuestro examen de estos dones individuales para presentar que hay un orden en la lista de dones como un todo. Pablo comienza con el don espiritual que es de mayor estima a los ojos de Dios, y termina con el don que Él estimó menos. Es decir, comienza con el don de sabiduría y termina con el don de lenguas (I Corintios 12:10). Pero cuando Pablo dedica un capítulo entero al mal uso de las lenguas por parte de los corintios (I Corintios 14), no es difícil concluir que los corintios habían invertido este orden ordenado por Dios y habían estimado el don de lenguas por encima de todos los demás.
Por cierto, esto nos ayuda a entender la peculiar declaración de Pablo en 1 Corintios 6:4, donde les dice a los corintios que en lugar de llevarse a juicio unos a otros, deberían “…[poner] para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia”. Lejos de instruirles para que permitieran que hombres torpes o poco espirituales resolvieran sus disputas importantes, Pablo más bien les recuerda que tenían entre ellos hombres con el don de la sabiduría a quienes se podía llamar para resolver sus disputas y desacuerdos legales. Sabemos esto porque Pablo continúa diciendo:
Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos (I Corintios 6:5)
Era una “vergüenza” que los hombres con el don de la sabiduría fueran “menos estimados” entre ellos, pero era un hecho. Es igualmente una vergüenza que hoy la imitación del don de lenguas se tenga en mayor estima que el conocimiento del “misterio, la sabiduría oculta” (I Corintios 2:7), pero esto también es un hecho triste.
El siguiente don en la lista de Pablo es el don de “ciencia” (I Corintios 12:7), y habla de un conocimiento de la Palabra de Dios. Afortunadamente, aunque el don del conocimiento ha sido retirado, el conocimiento de la Palabra de Dios todavía está disponible para el pueblo de Dios a través del estudio diligente de las Escrituras. Sin embargo, si realmente esta lista se da en orden de prioridad, debería señalarse que aquí el conocimiento ocupa un segundo lugar después de la sabiduría a los ojos de Dios. Muchos cristianos sienten que el conocimiento de la Palabra de Dios es el pináculo al que debemos aspirar, pero en la mente de Dios la sabiduría, la aplicación del conocimiento bíblico, es “lo principal” (Proverbios 4:7).
a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (I Corintios 12:9)
El don de la fe que mueve montañas del que habla Pablo aquí y en 1 Corintios 13:2 nos recuerda el tipo de fe que mueve montañas y que el Señor dijo que era necesaria para expulsar demonios (Mateo 17:18-20). La posesión demoníaca todavía era un problema en la época en que se escribió 1 Corintios (cf. Hechos 19:15,16), por lo que el don de la fe permitió a los corintios expulsar demonios y servir al Señor de otras maneras que eran específicas de su vida en aquel momento preciso en el programa de Dios. Si bien no existe un don sobrenatural de fe disponible para los hombres hoy en día, Pablo dice que “la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). En la medida en que estudiemos la Palabra de Dios y la creamos, en esa medida seremos capaces de servir a Dios en formas que son específicas para nuestro momento preciso en el programa de Dios, como proclamar Su Palabra por fe (II Corintios 4:13) y usar “el escudo de la fe” para apagar “todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16).
El don de la “sanidad” permitía a un hombre sanar a “todos” los que estaban enfermos (Hechos 5:16). Cuando los llamados “sanadores” de hoy no pueden demostrar este mismo dominio completo sobre la enfermedad, nos obligan a concluir que no tienen el don de sanidad otorgado por Dios.
Sin embargo, hay un ministerio de sanación en el que estuvo involucrado nuestro Señor y en el cual los creyentes hoy podemos participar felizmente. Leemos que el Señor fue enviado para “sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18), y este es un ministerio al que todo creyente debe aspirar. Este escritor ofició recientemente en el funeral de un cristiano que se quitó la vida. Pudimos sentir que algunos de sus dolientes creían en la vieja fábula de que los suicidas no pueden ir al cielo y, por lo tanto, naturalmente estaban desconsolados por la pérdida de su ser querido por su propia mano. Ese día tuvimos el privilegio de sanar a los quebrantados de corazón con la sana enseñanza de la seguridad eterna del creyente (Romanos 8:35-39; II Timoteo 2:13).
A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (I Corintios 12:10)
Un “milagro” en las Escrituras es una “maravilla” o una “señal” (Hechos 2:22), y las señales milagrosas pertenecían a Israel (Salmos 74:9). Dios enseñó a Israel a “pedir” señales (I Corintios 1:22), y luego les dio muchas señales para ver a lo largo de los muchos siglos en los que Él trató con ellos como nación. Ahora que Dios ha dejado a un lado al Israel nacional, el don de los milagros ha sido retirado.
Para el lector que lamenta la pérdida del don de los milagros, veamos algunas de las diferentes maneras en que Pablo usa la palabra griega dunamis, aquí traducida “milagros”. Esta palabra se traduce “poder” cuando Pablo declara que “el evangelio de Cristo” es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Por lo tanto, los creyentes de hoy todavía pueden obrar el milagro más grande de todos cuando presentan al Salvador a un pecador perdido. Dunamis también se traduce “poder” cuando Pablo oró para que los romanos “…abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13). Cuando un creyente hoy es capaz de abundar en esperanza, lleno “de todo gozo y paz” a pesar de las adversidades y angustias de la vida, a menudo abrumadoras, ¡eso es un milagro! Por último, Pablo nos cuenta cómo los macedonios contribuyeron financieramente a la obra del Señor “más allá de sus fuerzas” (II Corintios 8:3). Esto plantea la pregunta: si dieron más allá de su fuerza, ¿el poder de quién los impulsó a dar de manera tan maravillosa pero tan inexplicable? Sostenemos que sólo el poder milagroso de Dios puede hacer que los creyentes den de la “pobreza profunda” a la rica liberalidad. Como puedes ver, el poder milagroso de Dios hoy se centra en el corazón y la mente del creyente en el Señor Jesucristo, mientras implementa la Palabra de Dios en la estructura misma de los detalles de su vida.
“Profecía” es la capacidad de hablar con autoridad en nombre de Dios y, a menudo, implica predecir el futuro, un don que pasó con la finalización de las Escrituras. Hoy Dios habla sólo a través de Su Palabra, y nosotros podemos hablar por Él y profetizar eventos futuros sólo si enseñamos Su Palabra. Pero aunque el don de profecía ya pasó, todavía hay una serie de predicciones que podemos hacer con base en los principios de la Palabra de Dios. Por ejemplo, todavía podemos predecir las actividades del adversario, basándonos en su modus operandi, su método de operación tal como se muestra en las Escrituras. Podemos predecir que Él continuará haciendo que el creyente cuestione la Palabra de Dios, como lo hizo con Eva (Génesis 3:1). Incluso probó esta táctica con el Señor mismo. Cuando en el bautismo de nuestro Señor, su Padre declaró: “Éste es mi Hijo amado” (Mateo 3:17), Satanás inmediatamente buscó hacerle dudar de la Palabra de Dios, diciendo: “Si eres Hijo de Dios…” (Mateo 4:3,6). Y así, un hombre no necesita ser un profeta para predecir que nuestro adversario continuará empleando el método de ataque probado y verdadero que ha utilizado durante seis mil años; y estar prevenido sobre esto, es estar armado.
Cuando Pablo describe el don de “discernimiento de espíritus”, usa una palabra griega que también se usa en 1 Corintios 14:29, donde les instruye a “juzgar” los profetas, es decir, disciernen si hablaban por el Espíritu Santo o por algún otro espíritu. No todos los falsos profetas andaban por ahí llamando anatema al Señor Jesús, y el don del discernimiento era vital para detectar a los falsos profetas más sutiles. Pero una vez más, aunque el don de discernimiento ha pasado, con la Palabra de Dios el creyente hoy está completamente equipado para discernir el espíritu detrás de todos los que dicen hablar por Dios.
Luego viene el don de lenguas. Los creyentes hoy no tienen el poder milagroso de hablar en los diferentes idiomas de “otros labios” (I Corintios 14:21), ya que les ha sido retirado el don de lenguas. Pero a cualquiera que suspire por el poder de hablar en lenguas, le invitamos a considerar que todavía nos es posible hablar claramente a hombres de todos los idiomas. Se nos dice que existen ciertos lenguajes universales que trascienden todas las lenguas humanas, como la música y las matemáticas, cuyas notas y cifras son las mismas en todas las culturas. De manera similar, cuando un hijo de Dios muestra actos de bondad o amor o perdón, nuestro significado es fácilmente comprendido por los hombres de todas las lenguas, y debemos estar ansiosos por “[adornar] la doctrina de Dios nuestro Salvador” en todas estas cosas (Tito 2:10).
Del mismo modo, mientras que el don de La “interpretación de lenguas” ha desaparecido, con un poco de práctica podemos aprender a interpretar el significado de las palabras de los demás. Todo padre sabe que cuando un niño dice: “Odio las matemáticas”, lo que en realidad está diciendo es: “No entiendo matemáticas”. Oh, que pudiéramos aprender que cuando alguien en la iglesia nos dice algo hiriente, tal vez lo único que esté diciendo es: “No me siento bien hoy”. Si tan solo pudiéramos aprender a interpretar esos desaires como posibles expresiones de: “Estoy pasando por un momento difícil en este momento”. Cuando una vez un hombre en nuestra asamblea expresó desconcierto por lo que percibía como la beligerancia de otro, supe la causa. Como su pastor, sabía que la esposa de ese hombre se estaba divorciando de él, lo que tal vez lo impulsó a hablar de una manera que no era propia de este querido santo, lo que provocó la pelea. Puede que no tengamos el don de interpretación de lenguas, pero podemos y debemos aprender a escuchar las palabras de los demás con comprensión, “soportándoos… los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).
Pablo concluye su lista de dones espirituales con la adición de algunos más al final de 1 Corintios 12. De estos, concluiremos este mensaje con el don de “ayuda” (I Corintios 12:28). Justo antes del naufragio de Pablo en Hechos 27, los marineros “usaron de refuerzos para ceñir la nave” (Hechos 27:17). Se nos dice que esto es una referencia a cómo los antiguos marineros, en mares amenazadores, corrían hacia la proa del barco y bajaban cuerdas o cadenas alrededor de la frágil embarcación, y las apretaban fuertemente para evitar que se rompiera en el mar embravecido. Es nuestro bendito privilegio como miembros del Cuerpo de Cristo actuar de manera similar cuando nuestros hermanos en Cristo están luchando a través de las tormentas de la vida. Que todos y cada uno de los santos maduros estén dispuestos a correr al lado de su hermano que lucha y apuntalarlo con la fuerza de la Palabra de Dios correctamente separada, y compartir con él la compasión que nosotros mismos recibimos del Señor (II Corintios 1:4).
Sí, los dones espirituales se han ido, pero es una bendita verdad que Dios los ha reemplazado con Su Palabra, equipándonos con ella con todo lo que necesitamos para funcionar plenamente como hombres y mujeres de Dios en la dispensación de la gracia. Qué maravilloso saber que el beneficio de los dones espirituales todavía está disponible para el creyente que estudia para presentarse aprobado ante Dios, separando correctamente la Palabra de verdad.
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