Contrastes Importantes En La Biblia

John Fredericksen|Cuando los padres son bendecidos con una hija y un hijo, existen diferencias obvias. Cada uno tiene su propia apariencia, vestimenta, objetivos y requisitos distintos. Ambos son reconocidos por las diferencias dadas por Dios y amados por separado, pero igualmente.

por John Fredericksen

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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Cuando los padres son bendecidos con una hija y un hijo, existen diferencias obvias. Cada uno tiene su propia apariencia, vestimenta, objetivos y requisitos distintos. Ambos son reconocidos por las diferencias dadas por Dios y amados por separado, pero igualmente. Incluso después que ellos tienen sus propios hijos, esto sigue siendo cierto. De manera similar, Dios estableció dos programas y pueblos claramente diferentes en la Biblia. Uno son los hijos de Israel, a quienes se les dio la Ley Mosaica como instrucción y para quienes se escribió casi dos tercios de la Biblia, y el otro son los hijos e hijas de Dios en el Cuerpo de Cristo, que están bajo la Gracia.

La nación de Israel

Hay varias razones específicas por las que Dios hizo de la nación de Israel su “pueblo especial” (Deuteronomio 7:6 - RV1960). Comienza con la rebelión persistente del hombre muy temprano en la historia. Aprendemos de Romanos 1:21-32 que incluso “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios”. La humanidad se hundió tan profundamente en la idolatría y la inmoralidad, que llegó hasta el punto en que “no aprobaron tener en cuenta a Dios”. Dado que el hombre fue creado como un agente moral libre y con capacidad de elección, Dios no lo obligó a tener una relación con Él. Sin embargo, Él no estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados y permitir que toda la raza humana siguiera tontamente un curso que conducía al Lago de Fuego eterno, por lo que intervino estableciendo la nación de Israel.

Cuando Abram fue llamado a ser padre de Israel, Dios le prometió tres cosas: “Haré de ti una nación grande… y engrandeceré tu nombre. … y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3). Las dos primeras promesas equivalen a utilizar a la nación de Israel como un testigo innegable de Dios ante un mundo incrédulo. Repetidamente, las Escrituras nos dicen que este fue uno de los propósitos principales de Israel como nación y de todo lo que encontró en la historia. La oración de Salomón fue “para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre…” (I Reyes 8:43). Ezequías oró para que el Señor los librara de sus enemigos “para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios” (II Reyes 19:19). A Ezequiel se le dijo que predijera un futuro en el que los enemigos subirán “contra mi pueblo Israel… para que las naciones me conozcan” (Ezequiel 38:16). Asimismo, Isaías predice un día en el que “conocerá todo hombre que yo Jehová, soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob” (Isaías 49:26). Incluso aquellos que no quieren retener el conocimiento de Dios han oído que el Señor abrió el Mar Rojo y realizó una serie de milagros para Israel. Israel ha sido testigo de Dios al mundo.

La tercera promesa a Abram fue bendecir a todas las familias de la tierra a través de él y su descendencia. Finalmente, esto se cumplió en la persona del Señor Jesucristo, viniendo como Hijo del Hombre e Hijo de Dios para pagar el rescate por los pecados de toda la humanidad. La salvación ahora está disponible para todos, porque Dios usó a Israel para producir un Salvador necesario.

La Ley Mosaica de Israel

Es imperativo que entendamos a quién Se dio la Ley de Moisés, qué implicaba y por qué se dio. El Señor le dijo a Moisés: “Te daré tablas de piedra, y la ley y mandamientos… para enseñarles [a Israel]” (Éxodo 24:12). Estas leyes fueron dadas sólo a la nación de Israel. No fueron dadas ni destinadas a los gentiles del pasado o del presente. Además, muchos malinterpretan aún más el alcance de la Ley de Moisés. Era mucho más que los Diez Mandamientos; incluía volúmenes de requisitos estrictos que gobernaban la vida social, civil, dietética y de adoración de Israel. Era todo un paquete que había que obedecer. A nadie se le permitía elegir ciertos requisitos e ignorar otros.

Dios tenía varios propósitos importantes al dar estas leyes. Debían ser un testimonio para todos los que “oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta… que tenga dioses tan cercanos a ellos” (Deuteronomio 4:5-8). Su intención era atraer a las almas perdidas de regreso a Dios, pero nunca fue una forma de merecer la vida eterna. Pablo enseñó: “Por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados [del pecado]” (Hechos 13:39), porque fue dada para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios… porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:19,20). La ley era un hermoso sistema para Israel, pero incluso Pedro reconoció que era un “yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hechos 15:10). El propósito final de Dios para la ley era probar la culpabilidad del hombre, probar su incapacidad para ser justo mediante buenas obras y llegar a ser “nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). No está destinada en absoluto a la práctica de los creyentes de hoy.

¿Cuánto duró la ley mosaica?

El Señor Jesús dijo claramente: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24). Les dijo a sus discípulos: “Por camino de gentiles no vayáis… sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:5-6)._En los primeros capítulos de Hechos_, está claro que Israel todavía era el foco exclusivo del ministerio (Hechos 2:5,22,36; 3:12,25; 7:2,51,52; 11:19,20). Además, estos creyentes judíos todavía operaban bajo la ley. El Señor Jesús enseñó: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo” (Mateo 23:2,3). Todavía debían guardar la ley porque Cristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley… sino para cumplir[la]” (Mateo 5:17).

Para muchos cristianos de hoy en día, existe confusión porque intentan incorrectamente aplicar instrucciones o promesas que fueron dadas exclusivamente a Israel bajo la ley. Sólo Israel debía no preocuparse “por vuestra vida, qué habéis de comer o… beber… Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:25-33). Sólo a Israel se le prometió: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios… hablarán nuevas lenguas… sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán” (Marcos 16:17,18). Sólo a Israel se le prometió: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13,14; 16:23; Mateo 18:19). Cuando leemos el Antiguo Testamento, los relatos de los Evangelios y los primeros capítulos de Hechos, no debemos reclamar promesas o instrucciones destinadas exclusivamente a Israel. Estos libros se incluyeron como parte de nuestra Biblia actual porque Dios los creó “para nuestra enseñanza” (Romanos 15:4). Aprendamos las lecciones que Dios pretendía, sin reclamar las promesas de Israel.

El Cuerpo de Cristo

Los creyentes de hoy no son parte de la nación de Israel. En la primera parte del Libro de los Hechos, Dios apartó a Israel de su posición favorecida y exaltada debido a sus repetidos descarríos (Romanos 11:11,12). Hoy, “no hay judío ni griego… porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Aquellos que hoy confían en el Señor Jesucristo son colocados en un nuevo grupo de creyentes llamado “la iglesia, la cual es Su Cuerpo” o el Cuerpo de Cristo (Efesios 1:22-23). Este es un grupo completamente nuevo de creyentes que comenzó con el apóstol Pablo. El Dr. C.I. Scofield lo dijo bien en su Biblia de referencia cuando escribió: “Sólo en sus escritos [de Pablo] encontramos la doctrina, la posición, el caminar y el destino de la Iglesia”. (Tomado de notas sobre Efesios 3:6)

El apóstol Pablo nos enseña: “No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Dios nos salva por Su gracia (Efesios 2:8,9), nos mantiene seguros porque la gracia “reina” (Romanos 5:21), y la gracia proporciona una paz diaria duradera “en la cual estamos firmes” (Romanos 5:1,2). Finalmente, “… la gracia de Dios [está]… enseñándonos que, renunciando a la impiedad… vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11-13). Mientras vivimos en esta actual Era de la Gracia, debemos depender de la gracia en cada área de nuestras vidas y buscar constantemente nuestras promesas e instrucciones en las cartas del Apóstol Pablo.

Israel (bajo la ley), y el Cuerpo de Cristo (bajo la gracia), son como un hermano y una hermana. Dios es el Padre de ambos, pero cada uno es claramente diferente. No se pretende que estas diferencias se diluyan hasta que sean indistinguibles. Debemos reconocer, respetar y mantener estas distinciones. Esta es una llave para entender nuestra Biblia.

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