por el pastor John Fredericksen
La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica diariamente en su sitio web artículos devocionales con el nombre Daily Transformation. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.
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Cuando Alejandro Ávila fue declarado culpable de secuestrar y asesinar a Samantha Runnion, de cinco años, su madre, Erin, habló en su sentencia. En parte, ella le dijo: “No tienes la menor idea de cuán atroces y egregios son tus crímenes… Pero simplemente no te importa… nuestras vidas fueron destrozadas… Y deberías lamentarlo… No lamentar que te hayan atrapado; o que te quiten tu vida desperdiciada… sino lamentar que quitaste una vida, la vida de una niña muy especial”.
Es una triste realidad que, con demasiada frecuencia, la gente lamenta haber sido atrapados, pero no lamentan el mal que han hecho. Los creyentes tampoco son inmunes a esta insensibilidad. Hemos sido testigos personales de esto cuando los cristianos chismean, mienten, destruyen reputaciones, roban, causan divisiones en la iglesia y más. El apóstol Pablo también lo vio en sus días. Advirtió a los santos de Corinto: “… cuando vuelva… quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido” (II Corintios 12:21). Esta práctica desafiante y continua del pecado, quebranta el corazón de Dios. En su lugar, El desea la respuesta del Salmo 51:17: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Afortunadamente, así es exactamente como reaccionó el santo que había pecado, descrito en 1 Corintios 5, cuando la iglesia lo reprendió y lo disciplinó. Él había sido “… contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios… Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación [liberación de prácticas pecaminosas], de que no hay que arrepentirse… ¡qué solicitud produjo en vosotros… qué celo [de hacer lo bueno]… En todo os habéis mostrado limpios en el asunto” (II Corintios 7:9-11). Permitió que su corazón fuera quebrantado por sus malas acciones y buscó corregir genuinamente su comportamiento.
Querido creyente, ¿cómo respondes cuando sabes que has pecado o hecho daño a alguien más? ¿Lo racionalizas desafiantemente, lo ignoras, lo disculpas, continúas en ello o demuestras el tipo de tristeza según Dios descrita anteriormente? ¿Solo te arrepientes si te atrapan y sufres las consecuencias, o te arrepientes porque tu conducta fue incorrecta, hiriente y ofensiva para el Señor? Permitamos que el Señor hable a nuestros corazones acerca del desarrollo de un patrón de verdadera tristeza según Dios.
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