Mantener La Fe Con Una Conciencia Limpia

Paul M. Sadler|La Guerra Civil fue un capítulo oscuro en la historia de América.

por Paul M. Sadler

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos (I Timoteo 1:19 - RV1960)

La Guerra Civil fue un capítulo oscuro en la historia de América. Afortunadamente, hemos vivido para ver la abolición de la esclavitud con sus diversas formas de crueldad. Pero pocos se dan cuenta de que la cuestión subyacente del conflicto eran los derechos de los estados, que nunca se ha resuelto por completo hasta el día de hoy.

Hace varios años, nuestra familia visitó Gettysburg, Pensilvania. No hace falta decir que fue una experiencia memorable. La Batalla de Gettysburg fue uno de los momentos decisivos de la Guerra Civil. Mientras estábamos en Cemetery Ridge, no fue difícil imaginar la batalla que tuvo lugar allí el 3 de julio de 1863. La estrategia del general Lee era atacar al Ejército de la Unión de frente y dividirlo en dos partes. Se llamó “Carga de Pickett”. La idea, por supuesto, era dividir y conquistar.

Imagínese por un momento a más de 12.000 soldados confederados, con armas en mano, gritando a todo pulmón, cargando hacia usted. La oleada inicial de soldados cubrió un área de casi una milla de ancho. Sería suficiente para hacer temblar a un hombre fuerte. Como sabemos, el Norte triunfó ese fatídico día, pero decenas de buenos hombres perdieron la vida en la causa. El teniente general John B. Gordon, del Sur, declaró después de la guerra que creía: “Fue la providencia de Dios que ganara el Norte. Si el Sur hubiera salido victorioso, la nación se habría fragmentado”.

Las imágenes del conflicto

Quizás el momento más conmovedor de la visita fue cuando visitamos el Cementerio Nacional donde el presidente Abraham Lincoln pronunció el discurso de Gettysburg. Había 15.000 personas presentes el día en que pronunció estas memorables palabras:

“Ahora estamos inmersos en una gran Guerra Civil, probando si esta nación, o cualquier nación así concebida y tan dedicada, puede resistir por mucho tiempo. Nos encontramos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una porción de ese campo como lugar de descanso final para quienes aquí dieron su vida para que esta nación pudiera vivir. Es totalmente apropiado y adecuado que hagamos esto. Pero, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar esta tierra. Los hombres valientes, vivos y muertos, que lucharon aquí, la han consagrado muy por encima de nuestro pobre para añadirle o sustraerle”.

Hermanos, nosotros también estamos involucrados en un gran conflicto: un conflicto entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia. El terreno celestial sobre el cual nos encontramos ha sido santificado por la preciosa sangre de Cristo. Además, está consagrada por los sacrificios de aquellos valientes soldados de la Cruz, tanto vivos como muertos, “muy por encima de nuestro pobre poder para sumarle o restarle”. Por lo tanto, cuando la batalla se intensifique, no retrocedamos como algunos han hecho. Personalmente creo que esta fue la intención de las palabras de Pablo a Timoteo: “Manteniendo la fe y buena conciencia”. En otras palabras, mantente firme, no te desanimes, nunca abandones la lucha, ¡haz siempre lo que es moralmente correcto!

Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, (I Timoteo 1:18,19)

El uso del término “hijo” por parte del apóstol es una clara indicación de su afecto por Timoteo. Aunque el corazón de Timoteo había sido cultivado por su madre y su abuela, fue Pablo quien lo condujo a Cristo y lo nutrió en la fe. Puede que tengamos diez mil instructores, pero normalmente sólo tenemos un padre espiritual que naturalmente se ocupará de nuestro bienestar espiritual. Este fue el caso de Pablo y Timoteo. Pablo se había convertido en un padre espiritual para este joven.

Al examinar el registro, aprendemos que la batalla fue tan intensa en Éfeso que Timoteo aparentemente se había desanimado. Probablemente, todo hijo de Dios en un momento u otro ha sufrido desánimo. Esta es otra de esas cosas que entran en la categoría de: no es una cuestión de “si”, sino de “cuándo”.

Puedes estar seguro de que cada vez que nos desanimamos, hemos puesto nuestros ojos lejos del Señor. Empezamos a pensar en las circunstancias que nos rodean. Como eso es suficiente para deprimir a cualquiera, intentamos afrontar las cosas a nuestra manera. Por lo general, decimos algo como esto: “¡Hazte a un lado, yo me hago cargo!” Por supuesto, cuanto más intentamos controlar las cosas, más complicadas se vuelven hasta que llegamos al fin de nosotros mismos. Entonces se oye el lamento por todo el reino: “¡Nadie sabe por lo que he pasado!”

Aquí estaba Timoteo; estaba dispuesto a tirar la toalla, por así decirlo. Si bien el consejo de muchos hoy sería visitar a un psicólogo, Pablo siempre buscó una solución bíblica al tratar con el pueblo del Señor. Anima a su joven amigo recordándole sus raíces espirituales. Timoteo había sido llamado por Dios. Verás, él había perdido eso de vista. Pablo efectivamente llama su atención nuevamente a las cosas del Señor.

Hijo, recuerda aquellas “profecías que se hicieron antes en cuanto a ti”. Fíjese en las palabras “en cuanto a ti”, es decir, Timoteo. Claramente los profetas de la gracia, la mayoría de los cuales probablemente ya estaban con el Señor para esa fecha tardía, habían confirmado el llamado de Dios. Aparentemente predijeron qué grandes cosas se lograrían a través del ministerio de este joven para la gloria de Dios.

En esencia, el apóstol le está diciendo a su joven amigo: “Timoteo, no te detengas en las circunstancias, tan adversas como puedan ser. Vuelve a poner tus ojos en la meta, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. ¿Por qué te asombras tanto de que hombres impíos se te opongan y te amenacen? Viene con el territorio, hijo mío. Amado, nunca debes olvidar que eres llamado por Él y que te ha sido confiado ese precioso depósito. Si Dios es por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Afortunadamente, sabemos que Timoteo se recuperó de este revés temporal, porque un año después todavía estaba sirviendo fielmente al Señor cuando Pablo le escribe por segunda vez (II Timoteo 1:1,2).

Peleando la buena batalla de la fe

Con el apóstol ya entrado en años y enfrentando una posible sentencia de muerte en Roma, Satanás estaba aumentando la presión sobre los compañeros de Pablo. Sabía que la antorcha de la gracia pronto pasaría a ellos después de la muerte del apóstol. Uno por uno se alejaron de Pablo, dejando a la Iglesia sin comandantes de campo, lo que finalmente resultó en la confusión religiosa de la Edad Media (II Timoteo 1:15; 4:10,16).

Pero Timoteo permaneció firme en la gracia que es en Cristo Jesús. Bien podría ser que los profetas predijeran que él sería la única voz después de la muerte del apóstol para proclamar el mensaje de gracia en toda su pureza. La historia de la Iglesia confirma que después del martirio de Timoteo, el evangelio de Pablo quedó comprometido por las tradiciones y mandamientos de los hombres. Lamentablemente, quedó reducido a un simple destello de luz hasta la Reforma Protestante.

Durante años, Pablo había estado preparando a Timoteo para lo inevitable: su partida para estar con Cristo. Por eso, cuando Timoteo recibió la noticia de que el apóstol pronto sería ejecutado en Roma, no fue una sorpresa. Después de que Pablo se recuperó del shock inicial de que el fallo había sido en su contra, le escribe a Timoteo estas conmovedoras palabras:

Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (II Timoteo 4:6,7)

Pablo era un siervo “dispuesto” del Señor. Estaba listo para visitar Roma para ministrar la Palabra. Aquí, hablando de su muerte inminente, estaba listo para ser ofrecido, lo cual es una sutil referencia a la libación del Antiguo Testamento. La libación se derramaba sobre el sacrificio como un acto adicional de adoración (Números 28:10-14). El apóstol quería que el final de su vida fuera considerado como un testimonio, un acto final de adoración, algo más allá. En nuestro caso, probablemente enfrentaremos algún tipo de enfermedad terminal, pero que nuestro deseo sea el de Pablo, glorificar a Dios con nuestro último aliento.

Porque “el tiempo de mi partida está cercano”. La palabra “partida” es un término náutico que tiene la idea de soltar el barco del amarre y zarpar. En lo que a Pablo concernía, estaba listo para zarpar para estar con Cristo, lo cual es mucho mejor. El apóstol también podía decir con confianza: “He peleado la buena batalla… he guardado la fe”. Además de resumir su ministerio de toda una vida para el Señor, Pablo quiso decir esto como una palabra de aliento para Timoteo para que se esforzara por hacer lo mismo. Fue su oración que Timoteo pudiera decir esto al final de su vida. Pablo no quería que su joven amigo tuviera ningún remordimiento.

“Para que… milites por ellas la buena milicia”. Hoy en día se libran muchas batallas buenas y nobles; la batalla contra el aborto, contra la investigación con células madre, por la libertad religiosa, etc. Si bien los cristianos deben ponerse de pie y estar en las filas en estos temas, la Iglesia nunca cambiará el rumbo de este sistema mundial. De hecho, la oposición contra los valores cristianos empeorará cada vez más a medida que nos acerquemos al Rapto. La respuesta no es la reforma. Nunca adaptaremos el mundo a nuestra forma de pensar. Más bien, aquellos que se oponen a la verdad necesitan ser transformados por el evangelio.

Entonces, la única lucha que produce resultados duraderos es la buena batalla de la fe. Verás, hasta que los perdidos sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad, no hay esperanza de cambio. Con respecto a la Iglesia, hasta que se someta a “la fe”, la revelación especial de Pablo, seguirá tambaleándose en un atolladero de confusión. Por eso es esencial que defendamos y confirmemos el evangelio de Pablo. Aquellos que entienden el apostolado y el mensaje distintivo de Pablo son los últimos bastiones de esperanza para los miembros del Cuerpo de Cristo, que están peleando la batalla equivocada.

¿Qué batalla debemos pelear nosotros? Claramente, hacer que todos los hombres vean cuál es la dispensación del Misterio: la revelación especial que le fue encomendada a Pablo acerca de Cristo. Curiosamente, hay dos revelaciones principales de Jesucristo.

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan (Apocalipsis 1:1)

La palabra griega que se encuentra detrás del término español “revelación” en este pasaje es apokalupsis, que significa develamiento. En este contexto, tiene que ver con la revelación de Jesucristo según la Profecía. El Libro del Apocalipsis es simplemente una extensión del ministerio terrenal de Cristo, que confirma que Él un día regresará con poder y gran gloria para destruir los reinos de este mundo y establecer Su reino de justicia por mil años (Mateo 24:14,29-31 cf. Apocalipsis 11:15; 19:11-16). La buena batalla de la fe en el día venidero del Señor será estar en defensa del evangelio del reino. Esta es la base para el cumplimiento de la Gran Comisión.

Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. (Gálatas 1:11,12)

La palabra griega que se encuentra detrás del término español “revelación” aquí en Gálatas 1:12 también es apokalupsis. En este contexto, sin embargo, tiene que ver con la revelación de Jesucristo según el Misterio. Pablo recibió la revelación de Jesucristo en gracia. Este es el ministerio celestial de Cristo concerniente al Cuerpo de Cristo, que se mantuvo en secreto desde tiempos y generaciones pasadas. El apóstol dice: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia”. Esta revelación especial vino a través de Pablo; él fue el apóstol divinamente elegido por Dios para dar a conocer las múltiples riquezas de su gracia.

La buena batalla de la fe hoy es, entonces, estar en defensa del evangelio de la gracia de Dios. Esta es la base para el cumplimiento de la comisión de reconciliación. En el Tribunal de Cristo, el Comandante en Jefe no va a repartir honores a quienes defendieron la comisión equivocada. ¿Qué comisión defiendes? Nuestras órdenes de marcha son claras. Dios no nos considerará irreprochables si desobedecemos los mandamientos de Cristo establecidos en el manual de la gracia que se encuentra en las epístolas de Pablo (Hechos 20:24 cf. I Corintios 14:37).

Ministrar el evangelio con una conciencia clara

Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos (I Timoteo 1:19)

Es esencial ministrar la Palabra con buena conciencia. Aparentemente hubo quienes en los días de Pablo fueron descuidados en este sentido, lo cual obstaculizó grandemente su ministerio. Conciencia simplemente significa “con conocimiento”. Cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, “conocieron que estaban desnudos” y pecaron contra Dios. En el momento en que participaron del fruto prohibido sus conciencias se activaron, porque se nos dice que sabían la diferencia entre el bien y el mal (Génesis 3:5-7).

Aquellos que vivían bajo la dispensación de la conciencia debían hacer todo bien conocido y abstenerse de todo mal conocido. Si bien ya no vivimos bajo las regulaciones de esa dispensación, Dios nunca ha rescindido la conciencia del hombre. Todavía está viva y coleando en cada uno de nosotros. Lutero dijo una vez: “Es peligroso desobedecer a tu conciencia”.

Nuestra conciencia es un sistema de alerta temprana que nos advierte contra las malas acciones. Podríamos compararlo con un cruce de ferrocarril. Cuando se acerca el peligro, en la forma de un tren que se acerca, las luces rojas comienzan a parpadear cuando las puertas bajan. Pero el sistema de alerta ferroviaria es impotente para evitar que cruces las puertas y te pongas en peligro. En un suburbio del noroeste de Milwaukee, una mañana un automóvil lleno de adolescentes que se dirigían a la escuela pensaron que podían ignorar las luces intermitentes y adelantarse al tren que se aproximaba en el cruce. ¡Estaban equivocados, mortalmente equivocados! Los objetos que se acercan perpendicularmente entre sí siempre viajan más rápido de lo que parece. En otras palabras, es mucho más difícil juzgar la distancia con precisión.

De la misma manera, la conciencia tiene la capacidad de advertirnos del peligro, pero tampoco puede evitar que pequemos. Si no prestamos atención a la advertencia y pecamos, lo hacemos por nuestra propia voluntad. Hay varias consecuencias por desobedecer a la conciencia, la principal es la culpa. El mensaje que Pablo le estaba enviando a Timoteo era este: haz siempre lo correcto en la obra del Señor. Debía abstenerse incluso de la apariencia del mal por el bien del evangelio y de su conciencia.

Recientemente vimos una revista de noticias que realizó una investigación encubierta con una cámara de un conocido ministerio nacional. Aparentemente el televangelista prometió que oraría por todas y cada una de las cartas que recibiera de aquellos que tenían seres queridos enfermos—¡¡¡Dios estaba esperando para sanarlos!!! Animó al pueblo del Señor a enviar sus peticiones, y pañuelos, además de una generosa ofrenda. La semana siguiente, lo que registró la investigación encubierta fue que el personal sacaba los cheques de los sobres y desechaba las cartas sin siquiera leerlas, y mucho menos orar por cada solicitud. La respuesta a los evangelios de sanidad, riqueza y prosperidad de nuestros días es el evangelio de Pablo.

Hermanos, aquí en la Sociedad Bíblica Bereana cada carta se lee y se honra cada solicitud. Ya sea con respecto a una pregunta, información, petición de oración o simplemente el pedido de un libro. También emitimos un recibo y un acuse de recibo por cada donación. Por supuesto, esto no significa que las cosas no se pierdan ocasionalmente, pero creo que encontrará que nuestro personal es muy concienzudo. Creemos firmemente en la rendición de cuentas en la obra del Señor. ¡Por lo tanto, es nuestro ferviente deseo mantener la fe con una conciencia tranquila!

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