El Día De La Comezón De Oír

Cornelius R. Stam|Para la Iglesia profesante el día de la controversia teológica ha pasado. Ecumenismo es ahora la palabra que está en todas las lenguas.

por Cornelius R. Stam

La Sociedad Bíblica Bereana (Berean Bible Society) publica semanalmente en su sitio web artículos devocionales con el nombre More Minutes with the Bible, al cual puede suscribirse siguiendo en enlace anterior. En 2T15, publicamos traducciones al español de dichos artículos, con la finalidad de poner el mensaje de la gracia de Dios al alcance de los hermanos en Cristo de habla hispana. Sea de bendición para su vida.

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Para la Iglesia profesante el día de la controversia teológica ha pasado. Ecumenismo es ahora la palabra que está en todas las lenguas. Los líderes de la Iglesia parecen haberse convencido de que la confusión asfixiante en la Iglesia solo puede superarse si todos nos unimos, minimizamos nuestras diferencias y enfatizamos aquellas doctrinas en las que todos estamos de acuerdo. Como resultado, algunas de las doctrinas más importantes de las Escrituras no se niegan ni se afirman; son ignoradas. Pero poco importa, porque el objetivo ahora no es ser fiel a la Palabra escrita de Dios, sino velar porque la Iglesia sea “fuerte” y se gane el respeto del mundo.

Es triste decir que el ecumenismo, También ha logrado avances significativos entre los creyentes evangélicos. Muy rara vez los hombres de Dios se levantan para defender mediante las Escrituras las verdades que creen y proclaman. El debate teológico ha dado paso al diálogo, en el que dos individuos o grupos se sientan juntos para discutir sus diferencias y ver si no hay alguna base para llegar a un acuerdo. Esto parece generoso y objetivo, pero con demasiada frecuencia se comprometen las convicciones y se diluye la verdad con tales empresas, con el resultado de que el poder del Espíritu se sacrifica en aras de la fuerza numérica. Ningún hombre de Dios puede hablar en el poder del Espíritu cuando antepone algo a la Palabra y Voluntad de Dios. La Iglesia tampoco puede estar verdaderamente unida y fuerte a menos que ella ponga la Palabra y la Voluntad de Dios en primer lugar y ocupe su lugar en el mundo como embajadora de Cristo en territorio extraño (Ver II Corintios 5:20).

Pero, ¿qué dicen las Escrituras acerca de esta nueva “mente abierta”, esta nueva tendencia de “juntémonos todos”?

La advertencia de nuestro Señor

Durante Su ministerio terrenal, Él advirtió a sus discípulos: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:6 - RV1960).

Los discípulos no comprendieron inmediatamente el significado de la advertencia del Señor. Al darse cuenta de que se habían olvidado de llevar pan consigo, supusieron que se refería a la levadura que usaban sus panaderos y concluyeron que los fariseos y saduceos evidentemente querían envenenar su comida.

Para corregir este error, nuestro Señor no tuvo más que recordarles cómo, con unos pocos panes, había alimentado a cinco mil personas en un momento y a cuatro mil en otro. En ambas ocasiones ellos mismos habían recogido cestas llenas de fragmentos. ¡Seguramente, entonces, Él podría suministrarles alimento!

Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos. (Mateo 16:12)

Alguien trataba de envenenarlos… ¡Espiritualmente! Es dudoso que los fariseos y saduceos tuvieran la intención de propagar doctrinas venenosas, pero en su orgullo e hipocresía eran herramientas disponibles de Satanás. Fue debido a las cualidades destructivas de estas doctrinas que nuestro Señor había usado el término “levadura” para describirlas. En lo que respecta a la falsa doctrina, basta un poco para causar mucho daño. Refiriéndose a esto mismo, Pablo advirtió a los gálatas que “un poco de levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:9).

¿Qué tenían de peligroso las enseñanzas de los fariseos y de los saduceos? En general era que los fariseos añadían a la Palabra escrita (Mateo 23) y los saduceos quitaban de ella (Hechos 23:8). Ambas cosas eran peligrosas, y nuestro Señor advirtió a sus discípulos que TUVIERAN CUIDADO de ellas. Hacemos bien en tomar en serio esta lección, porque los fariseos y saduceos todavía están con nosotros: los que añaden a la Palabra de Dios y los que quitan de ella.

La doctrina de los fariseos

“La doctrina de los fariseos” ha ocupado un lugar destacado en la Iglesia a lo largo de su historia. La Reforma no le puso fin en modo alguno, ya que todavía hoy un gran número de personas religiosas la suscriben.

Los líderes de la cristiandad han añadido todo tipo de rituales, restricciones y requisitos al programa revelado de Dios para Su Iglesia en esta dispensación de Gracia, y multitudes de creyentes sinceros los siguen como ovejas, en lugar de escudriñar las Escrituras diariamente para ver si estas cosas realmente pertenecen a Su programa para nuestros días.

Mira los miembros del Cuerpo de Cristo. Muchos se han puesto bajo la Ley, mientras otros intentan recuperar las señales milagrosos de Pentecostés, o se esfuerzan por llevar a cabo una “gran comisión” que no les corresponde. Observan días santos, bautismos, lavatorios de pies y toda clase de otras formas y ceremonias que son contrarias al programa de Dios para esta dispensación, como se revela en las epístolas de Pablo. Como resultado, la Iglesia es una Babel de confusión y Satanás está bien satisfecho.

¡Cuán perverso es el corazón del hombre! Dios revela la Sustancia y he aquí, ¡Su pueblo vuelve a las sombras! Él demuestra la total suficiencia de la obra redentora de Cristo y he aquí, su pueblo continúa observando los ritos que la señalaban. De hecho, añaden ceremonias que Él nunca ordenó en absoluto. En gracia, Dios pospone el juicio y el reinado terrenal de Cristo, para ofrecer gracia y reconciliación a sus enemigos, y he aquí, sus siervos ni siquiera entienden y van por ahí tratando en vano de “establecer Su reino”.

Ellos no niegan que tenemos el encargo de proclamar la oferta de gracia y reconciliación de Dios, pero añaden otra comisión y así confunden el mensaje dado por Dios. No niegan la total suficiencia de la obra consumada de Cristo, pero añaden enseñanzas, formas y ceremonias no bíblicas ni dispensacionales, y así confunden y adulteran el claro mensaje de gracia de Dios.

Esta es “la doctrina de los fariseos” y es peligrosa.

El error añadido ciega la mente de los hombres a la verdad. Aquellos que añaden la llamada “Gran Comisión” al programa de Dios para esta dispensación no pueden apreciar plenamente la gloria de la “gran comisión” de nuestro Señor a Pablo y a nosotros (II Corintios 5:14-21; Efesios 3:8,9; y otros). Aquellos que regresan bajo la Ley de Moisés o incluso regresan a Pentecostés no pueden apreciar plenamente la gloria de la obra terminada de nuestro Señor o “las abundantes riquezas de su gracia”. Quienes observan el lavamiento de los pies, el bautismo en agua o los días santos no pueden comprender plenamente el misterio del propósito y la gracia de Dios. Estas cosas añadidas cuelgan como un velo ante sus ojos y los ciegan a las glorias de su posición en los lugares celestiales en Cristo como miembros de Su Cuerpo.

Nuestro Señor acusó a los fariseos de enseñar “como doctrinas mandamientos de hombres” y de invalidar “la palabra de Dios con vuestra tradición” (Marcos 7:7,13). Esto se está haciendo en todas partes hoy en día a medida que los líderes religiosos añaden al glorioso programa de “gracia” de Dios ceremonias y observancias que pertenecieron a dispensaciones anteriores, o que Él nunca ordenó en absoluto. Esto es peligroso para nuestro bienestar espiritual y debemos “cuidarnos” de ello.

La doctrina de los saduceos

Pero si Satanás no puede engañarnos con “la doctrina de los fariseos”, él buscará lograr su propósito a través de “la doctrina de los saduceos”.

En comparación con los fanáticos fariseos, los saduceos eran los “pensadores avanzados” de su época. No es que no sustituyeran también la Palabra de Dios por la tradición humana, sino que pusieron por encima de ella el intelecto humano y se negaron a creer ciertas verdades que eran de carácter sobrenatural. Los saduceos tienen una gran cantidad de seguidores en nuestros días con su énfasis en lo intelectual.

Pero nuestro Señor advirtió a sus discípulos contra los saduceos también. Dijo “Mirad, guardaos” y describió su doctrina como levadura porque un poco de ella puede esparcirse muy rápidamente.

Esta advertencia es muy necesaria hoy en día, ya que algunos cristianos sinceros, deseando ser intelectuales y de mente abierta, se colocan en posiciones de gran peligro espiritual.

Bajo la premisa de que son maduros y buscan la verdad, estas personas a menudo dedican su tiempo a examinar los diferentes puntos de vista que pueden encontrar y así naufragan en la fe. Debemos tener cuidado al asumir que somos maduros intelectual o espiritualmente. A los creyentes corintios engreídos, Pablo escribió:

Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. (I Corintios 3:18)

Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. (I Corintios 8:2)

El hecho es que no podemos confiar en nuestro intelecto. Seguramente los agudos desacuerdos entre los más grandes intelectuales del mundo deberían enseñarnos esto. Estos desacuerdos existen porque, como enseña la Biblia, la mente humana, al igual que el corazón humano, se ha depravado por el pecado.

Los tesalonicenses, los bereanos y los atenienses

Pero, ¿no fueron elogiados los bereanos por escuchar con mente abierta enseñanzas que nunca antes habían oído? Sí, cuando fueron enfrentados con ellas. Fueron los atenienses, no los de Berea, quienes adoptaron como política considerar tantos puntos de vista como fuera posible sobre cada tema (Hechos 17:18-21).

La fuerza de los de Berea era que se mantenían cerca de las Escrituras. Cuando se enfrentaban a alguna doctrina nueva, en verdad la escuchaban con interés, pero “escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Si hubieran encontrado algo en el mensaje de Pablo que contradijera las Escrituras, lo habrían rechazado inmediatamente. Y por eso Dios los llama “nobles”. Eran los verdaderamente grandes, la aristocracia espiritual de su época.

Demasiados creyentes hoy aspiran a ser como los atenienses en lugar de los bereanos. Dicen que desean tener la mente abierta, y esto es bueno si se recuerda que una mente abierta es como una boca abierta; no todo se debe poner en ella.

Los atenienses fueron al otro extremo de los tesalonicenses, quienes ni siquiera considerarían una nueva doctrina cuando eran enfrentados a ella—ni siquiera a la luz de las Escrituras.

Los bereanos eran los más sabios de los tres. Se mantuvieron cerca de ese Libro bendito y, cuando fueron enfrentados a enseñanzas desconocidas, inmediatamente las sometieron a la prueba de las Escrituras.

Este es el proceder más sabio, aunque solo sea porque todos estamos limitados en tiempo y fuerzas. Obviamente, no podemos dedicar mucho tiempo a examinar las enseñanzas contradictorias de los hombres sin sacrificar una gran cantidad de tiempo muy necesario para el estudio de la Biblia, y en la medida en que lo hagamos, estamos destinados a debilitarnos espiritualmente.

La cuestión de la exposición

Hay quienes argumentan que los creyentes no pueden fortalecerse contra el error sin estar expuestos a él. Nuestro Señor es más sabio. No invitó a los fariseos ni a los saduceos a dirigirse a sus audiencias. Más bien, advirtió a sus audiencias contra la “levadura” de los fariseos y saduceos y siguió enseñando a sus oyentes la verdad.

La depravación del corazón y la mente del ser humano es tal que el creyente no se fortalece contra el error por la exposición constante a él; se fortalece contra el error al alimentarse constantemente de la Palabra de Dios. La exposición al error fortalece al creyente solo cuando lo lleva a la Palabra de Dios. Muéstrenme un cristiano que siempre esté “considerando todas las partes” y yo les mostraré uno que fracasará estrepitosamente en dar respuesta bíblica a las enseñanzas falsas, si es que él mismo no se deja engañar por ellas. Pero muéstrenme un cristiano que dedique su tiempo a ese Libro bendito y les mostraré uno que, fuerte en la fe, podrá responder fácilmente a sus adversarios mediante las Escrituras. Pablo le escribió al joven pastor Timoteo:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra… Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias (II Timoteo 4:1-3)

¿Y cuál iba a ser el resultado de esta “comezón de oír”, esta pasión por escuchar a maestros de todas las escuelas de pensamiento exponer sus diversas doctrinas? Escuche la predicción divina:

Y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (II Timoteo 4:4)

¿Qué estudiante reflexivo de la Palabra negará que hemos llegado al punto en la historia de la Iglesia profesante, que el día de la “comezón de oír” está sobre nosotros?

El deseo de “dar a todos una oportunidad de ser escuchados”, por así decirlo, puede semejar, superficialmente, grandeza espiritual, pero en realidad es de la carne y se basa en la exaltada presunción de que es seguro para confiar en mi intelecto, aunque los más grandes intelectos hayan estado en desacuerdo sobre los temas más vitales. En lo que respecta a nuestro intelecto, seremos más sabios si prestamos atención a la exhortación inspirada por el Espíritu de un intelecto verdaderamente grande, el del apóstol Pablo:

Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (II Corintios 10:5)

El apóstol Pablo no asumió que sus seguidores fueran suficientemente maduros para considerar todos los puntos de vista religiosos. Pronunció el mensaje que Dios le había dado y advirtió a sus oyentes y lectores contra las falsas enseñanzas.

A los corintios escribió:

Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. (II Corintios 11:3)

Recordando a la A los colosenses sobre su labor, lucha, fatiga y conflicto para establecerlos en la fe, les advierte:

Nadie os engañe… Nadie os prive [robe]… (Colosenses 2:8,18)

No sugirió a los ancianos de Éfeso que sería muy importante de su parte invitar ocasionalmente a los legalistas o a los gnósticos o a otros maestros heterodoxos para dirigirse a sus audiencias. Más bien les recalcó su responsabilidad de proteger a sus congregaciones de las enseñanzas falsas. Lee atentamente y en oración sus mismas palabras, tal como se encuentran en Hechos 20:28-31:

Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.

Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.

Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.

Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.

Incluso esos dos pastores destacados, Timoteo y Tito, fueron advertidos contra la “levadura” de la falsa enseñanza. El apóstol exhorta a Timoteo:

Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren. (I Timoteo 4:16)

Este pasaje explica por qué algunos pastores no han podido salvar a sus oyentes del error y del naufragio espiritual. Ciertamente, enseña el peligro de la falsa doctrina tanto al pastor como al pueblo.

A lo largo de sus dos epístolas a Timoteo, el apóstol advierte a su hijo en la fe contra aquellos que “enseñan lo contrario” y lo exhorta a “pelear la buena batalla de la fe”. Con qué fervor ruega al joven Timoteo que se mantenga cerca de la Palabra de Dios y especialmente de la Palabra de Dios que le ha sido encomendada para esta presente dispensación:

Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando… los argumentos de la falsamente llamada ciencia (I Timoteo 6:20)

Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.

Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros. (II Timoteo 1:13,14)

En su carta a Tito, el apóstol declara que un obispo debe ser “irreprensible, como administrador de Dios” (Tito 1:7).

Retenedor de la palabra fiel… para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen. (Tito 1:9)

Nunca Pablo aconseja, ni siquiera al hombre de Dios más fuerte y maduro, que busquen las doctrinas de aquellos que “enseñan lo contrario” para que sepan cómo tratar con ellas. Más bien los exhorta a mantenerse fuertes en la verdad, siempre listos para enfrentar la falsa doctrina con la Palabra de Dios.

Cuando te enfrentas a la señal familiar: “CUIDADO CON EL PERRO”, sé prudente y mantente alejado. Si ignoras la advertencia y tienes que huir destrozado y magullado, es tu culpa. Tampoco puedes esperar que Dios te proteja del daño y la pérdida espiritual si ignoras su advertencia de tener cuidado con la falsa doctrina.

No presumas: “Soy maduro. Nunca seré confundido ni derribado por el error”. ¡CUIDADO! Este es el proceder de la obediencia. Este es el curso de la sabiduría. Este es el curso de la humildad.

Cada creyente debe recordar que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios… porque se han de discernir espiritualmente” (I Corintios 2:14). Fue por el Espíritu que nuestros ojos se abrieron a las verdades más vitales que enfrenta la humanidad. Por lo tanto, nos corresponde protegernos del error y del daño espiritual mediante el estudio constante, con oración y fe en ese bendito Libro del cual el Espíritu es el Autor.

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